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jueves, 12 de enero de 2012


La llegada del siglo XX en Baena

FRANCISCO EXPÓSITO. ENERO 2012
La memoria de los baenenses de más edad se aproxima a la posguerra cuando se les pregunta por aquellos tiempos que no quieren recordar. Sin embargo, habría que remontarse varias décadas antes para advertir un dramatismo similar o aún mayor al que se vivió tras la guerra civil. Entonces no hubo fragmentación familiar ni odios o venganzas que callaron la voz y humillaron a muchos baenenses, pero la estructura social vigente, propia de siglos anteriores, mantenía a una mayoría de los habitantes por debajo de lo que hoy se considera el umbral de la pobreza. No había para comer. Los hijos crecían con las manos agrietadas, explotados por la dureza del trabajo que les apartaba de la educación y los acercaba a la madurez demasiado pronto. Todos debían colaborar para completar el sustento familiar. Los ancianos, sin derechos asistenciales, malvivían y sufrían el calvario de décadas de esfuerzo físico que había agotado sus vidas.
La llegada del siglo XX en Baena dio pocas alegrías. La sociedad baenense seguirá marcada por el mantenimiento de una realidad que tenía que ver más con el Antiguo Régimen que con la modernización y avances que se producían en la gran ciudad. La mayoría de la población era analfabeta y dependía de los jornales agrarios. Son los años en los que se producen “motines del hambre”, como los llegó a denominar Díaz del Moral. El 1 de enero de 1901, el Ayuntamiento de Baena estaba gobernado por Rafael Alcalá Buelga, uno de los grandes propietarios de la localidad. Alcalá Buelga, víctima de los sucesos del asilo el 28 de julio de 1936, asumió el cargo el 29 de noviembre de 1897 y lo abandonó en julio de 1901. Durante el año 1900 se hicieron gestiones para el nuevo cuartel de la Guardia Civil, aunque también preocupaba el mal estado que presentaban algunas escuelas, llegando a hundirse alguna, los maestros se quejaban de que no cobraban sus sueldos o se reclamaba la estación de ferrocarril para la localidad. Uno de los grandes avances sociales que se produjo fue la inauguración del asilo de San Fracisco. Un año después, en 1901, el Obispado solicitaba al Ayuntamiento fondos para recuperar el convento de Madre de Dios, pero el Pleno respondía que no había partida consignada para acometer las obras. También preocupaban las dificultades por las que pasaban numerosos baenenses por la falta de medios económicos. El Pleno aprobó el 1 de octubre de 1901 la compra de panes para aliviar a los más pobres con motivo de la feria: “Acto seguido y previa discusión se acordó por unanimidad que habiendo propuesto el Sr. Alcalde y la Comisión de Festejos repartir mil panes como limosna a los pobres de esta Villa, en los días seis y siete del corriente mes, en que se celebra la renombrada feria de esta población, se abone el importe de dicha limosna con fondos municipales y con cargo al capítulo de imprevistos por no haber consignación apropiada para ello en el presupuesto municipal”. Además, la entrada del siglo XX estuvo precedida en Baena por años de gran calamidad en los que la sequía o los temporales acabaron con las cosechas, como sucedió en 1896 y 1897. Un artículo publicado en el Diario de Córdoba, en mayo de 1897, así lo refleja: “(...) Hoy, por desgracia, el cuadro que ofrece la crisis actual, es de los que jamás aquí se han conocido, pues además de llevar seis meses de vivir como se vive cuando nada se gana, pues con una retribución de una peseta diez céntimos, y con los artículos de primera necesidad como el agua ha estado, puede suponerse la clase de alimentos y la cantidad con que hayan podido mantenerse; así es que teniendo esto en cuenta, y ver reunidos 700 u 800 hombres recorriendo las calles, hácenos creer que la calamidad es grande y que la miseria impulsa a que estos jornaleros que siempre han sido modelo de cordura, rompan esa tradición, honra del pueblo baenense”. Ante este panorama, el alcalde hizo un llamamiento a los grandes propietarios y contribuyentes para que les dieran trabajo, aunque estos no se comprometieron a prolongar la situación por muchos días. Los problemas de la población más humilde en Baena serían constantes y, a partir de 1902, comenzaría a extenderse el movimiento asociativo para tratar de buscar soluciones, aunque también la conflictividad.
El estado de la provincia de Córdoba no era muy diferente. El jornalero pasará por grandes penurias que se complicarán con las adversidades climatológicas. Como reconoce García Parody, “el campesino ha de trabajar día y noche con la ayuda de su familia, sin que llegue a obtener un mínimo de beneficio final, no sólo por la poca rentabilidad de lo recogido sino también por el pago de la renta, los costes de los préstamos de granos para la siembra, que fiaron los dueños, y los gastos de la casa”. El jornalero afrontaba una larga jornada de trabajo, desde el amanecer hasta la puesta del sol: “El trabajo lo practican desde las 8 de la mañana hasta la puesta de sol en la primera época (septiembre a abril), siempre que salgan de casa almorzados, o al salir el sol si tienen que hacerlo en su sitio de trabajo; desde venir el día hasta el oscurecer en el demás tiempo (de mayo a agosto) y algunas horas de noche en el verano”.

ESTANCAMIENTO DEMOGRÁFICO
El número de habitantes de la antigua villa había variado muy poco respecto al que había un siglo antes. Prácticamente se habían perdido cien años para la demografía local. A finales del XIX, Baena tenía una población de 14.539 personas, de los que 7.268 eran varones y 7.271, hembras. A pesar de esto, el censo de 1900 situaba a Baena como el quinto municipio con más individuos, tras Córdoba (58.275), Lucena (21.179), Priego (16.904) y Montoro (14.581). Junto a las necesidades y al hambre que se pasaba, había que unir otros problemas que estaban relacionados. Las limitaciones del sistema educativo de la época, las dificultades que existían para que el niño continuara los estudios por la necesidad de que aportara ingresos a la familia provocaba que, siendo aún muy pequeño, comenzara a trabajar y abandonara la instrucción. Eso ocasionaba unas altas tasas de analfabetismo en la población cordobesa, mayores en el caso de la mujer. El 74,7% de los censados de la provincia no sabía leer en 1900. Las diferencias entre el mundo rural y urbano eran significativas. En la ciudad de Córdoba el analfabetismo se reducía al 57,1%. En Baena había 10.691 analfabetos, el 73,5% de los censados. La tasa disminuía en el caso de los hombres al 70,5% y aumentaba hasta el 76,4% en las mujeres.
El mal estado de las escuelas no ayudaba mucho al verse muy limitadas en medios. Su situación se puede analizar a través de un informe elaborado el 21 de mayo de 1900 por Juan Miguel Leva para el Ayuntamiento. Los centros de enseñanza presentaban importantes carencias. Las casas 17 y 25 de la calle Alta, de educación elemental, presentan desperfectos en los suelos que dificultan el piso de los niños. En la calle Puerta de Córdoba, número 3, hay otra escuela elemental de niños, que estaba en un estado “ruinoso”, con grietas, agujeros y se temía el desprendimiento de los techos. La escuela de la Plaza de la Constitución se encontraba en buen estado al haberse hecho reparaciones recientemente, mientras que la escuela de adultos, situada en la calle Santiagos, número 15, “tiene dos muros reventados y un tabique vencido hacia dentro”, por lo que dice que su estado era ruinoso. Por último, la escuela de la calle Francisco López, número 9, donde están los párvulos, tiene deteriorado el suelo, varias vigas rotas y el servicio “hundido e inservible”. Además, los profesores de primera enseñanza, con fecha de 19 de junio de 1900, escriben una carta al gobernador civil denunciando también los retrasos que sufren en los pagos de sus sueldos. 
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