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miércoles, 30 de noviembre de 2011



La Semana Santa de 1936

FRANCISCO EXPÓSITO. NOVIEMBRE 2011
Los dos años anteriores se habían podido celebrar desfiles procesionales en Baena, pero en 1936, tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero, no salió ninguna imagen a la calle. Como había ocurrido también en 1932 y en 1933, una de las festividades con mayor tradición en la localidad, que atraía más población y que se convertía en una fuente importante de ingresos para los comercios, se vio apagada pese al malestar que generó la decisión en muchos baenenses. La justificación oficial para que no hubiera desfiles se puede encontrar en la prensa de la época, aunque convenció a pocos. El alcalde, Manuel Priego Arrebola, indicó que no se había solicitado autorización para su celebración, aunque a nadie escapaba que detrás existían criterios políticos que habían impedido también la organización de los misereres en las semanas precedentes, como indicaba el periódico El Defensor de Córdoba, dirigido por el baenense Daniel Aguilera Camacho: “Baena. No permiten los misereres. La Alcaldía no ha autorizado los acostumbrados desfiles de las cofradías de la Semana Santa, con motivo de la celebración de los misereres que todos los años tienen lugar, por esta época, en la iglesia de San Francisco. También se ha puesto dificultad para la celebración del anual cabildo de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Según nuestras noticias el Gobernador civil de la provincia se ha mostrado, en este caso, dispuesto a que sea respetada la voluntad del pueblo creyente”.
    La situación no contentó a muchos baenenses y los empresarios reaccionaron y se quejaron al alcalde por la merma de ingresos que supondría para sus negocios: “Una numerosa comisión de comerciantes e industriales de Baena visitó al alcalde de la ciudad para protestar contra la supresión de los tradicionales misereres y rogarle, al mismo tiempo, se den facilidades para la celebración de las procesiones de Semana Santa. Los visitantes expusieron a la autoridad local el perjuicio que les irrogaría la suspensión de las procesiones”, recogería El Defensor de Córdoba.
    Quizás pensaron que se daría marcha atrás y que, finalmente, se tendría en cuenta el fervor cofrade de la mayoría de la población. La celebración más cercana, con motivo de la festividad de San José, pudo tocarse el tambor y se encendieron los típicos candelorios. El corresponsal del periódico cordobés describió ese año en qué consistía esta “costumbre tradicional”: “El día 18, víspera del día de San José, ‘se echaron las cajas a la calle’, en frase típica. Esto quiere decir que comenzaron a tocar el tambor, recorriendo en grupos o aisladamente las calles del pueblo los llamados judíos de la Semana Santa. El toque de tambores dura hasta las primeras horas de la madrugada y prosigue después en los días de las procesiones. En esta noche los judíos no llevan uniforme y también van tocando personas que pertenecen a otras hermandades o que incluso no pertenecen a ninguna. Por este motivo toda la ciudad vibra de manera enardecedora. Al mismo tiempo se encienden grandes candelorios, a base de capachos de molinos aceiteros, esteras y otras materias de desecho. Las luminarias de los candelorios y el vibrar de los tambores constituyen la nota típica de esta noche baenense de jolgorio popular”. No obstante, no hubo la animación de otros años y se negó la autorización para organizar la procesión de San José: “Pedida autorización al alcalde para celebrar la acostumbrada procesión de San José, no fue concedida. Este año se ha notado que han sido muy pocos los tambores que se han tocado por las calles, pues como no se quieren autorizar las procesiones de Semana Santa, los componentes de las hermandades no han considerado oportuno utilizar el consentimiento de la autoridad local para salir en este día, ya que estiman que la autorización debe ser completa para todos los actos de Semana Santa, sin excluir las procesiones, de las que son un anuncio el toque tradicional de los tambores. Por eso resulta un contrasentido autorizar estos y suprimir aquellas”.
    El Domingo de Ramos de 1936 era 5 de abril. En la parroquia de Santa María la Mayor se celebró una solemne fiesta religiosa con una gran concurrencia de fieles, aunque no se pudo contar con palmas, por lo que se emplearon solo ramas de olivo. El Miércoles Santo, un artículo del corresponsal de El Defensor de Córdoba explica por qué no procesionan las hermandades: “Martes Santo. Las procesiones de Semana Santa que comienzan el miércoles no salen este año. El alcalde ha dicho que no ha recibido solicitud alguna de permiso”.
    Baena no oirá los tambores durante la Semana Santa de 1936, ni verá desfilar las imágenes por sus calles. El sentimiento que ocasionó la decisión lo definió muy bien el corresponsal de El Defensor de Córdoba: “Como quiera que la Semana Santa de Baena se caracteriza por el constante sonar de los tambores, la suspensión de las procesiones de este año ha tenido como primera consecuencia un silencio callejero impresionante. No se ha oído un solo tambor, tanto en la calle como en el interior de los edificios o en las afueras de la ciudad. La animación propia de estos días ha descendido extraordinariamente, así como la visita a los Sagrarios durante la noche. La mayor concurrencia en los templos se vio a última hora de la tarde”. Sin embargo, pudieron celebrarse los cultos en las iglesias. La Juventud de Acción Católica estableció guardia para adorar al Santísimo y en la hora santa, en la parroquia de Santa María la Mayor, don Bartolomé Carrillo “pronunció un elocuente sermón”. En San Francisco se organizó un miserere que contó con una gran asistencia de personas, “la mayoría de clase popular”, y “se dieron infinidad de vivas a Jesús Nazareno”.
    El recuerdo de 1935 estaba muy presente. Entonces pudieron celebrarse las procesiones en Baena. Las crónicas de la época recogen la recuperación de los actos tras unos años de descenso de efectivos cofrades iniciado en 1929: “La procesión del miércoles y jueves santos han salido con el esplendor de siempre. Fue hermano mayor en la del miércoles don Ramón Bujalance Frías y de la del jueves don Francisco Valenzuela (...). Salió la procesión de Jesús Nazareno el Viernes Santo de madrugada, con una solemnidad que no hemos conocido. El piadoso sermón del auto sacramental en la Plaza de la Constitución, fue pronunciado por nuestro digno arcipreste don Bartolomé Carrillo Fernández. Se utilizaron altavoces. Iba de hermano mayor don José Baena Rojano. La procesión del Santo Entierro tenía de hermano mayor a don Toribio de Prado Padillo. Resultó admirable. Llevaba la procesión dos músicas: la de Montilla y la de Baena”. El recuerdo del magnífico miserere organizado por la Quinta de judíos de la cola negra en 1935 estaba muy presente: “El viernes se celebró el tradicional miserere organizado por la 5ª cuadrilla de judíos de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, en el que don José Gan Roldán, cuadrillero de la misma, demostró una vez más sus insuperables dotes de organizador, su entusiasmo y su actividad sin límites” (Nuevas, 8 de abril de 1935).

domingo, 27 de noviembre de 2011


La rivalidad del judío de Baena 

FRANCISCO EXPÓSITO. NOVIEMBRE 2011 
Baenenses del siglo XIX y del siglo XX fueron los protagonistas de una historia que ha convertido la Semana Santa en una original celebración heredera de la tradición barroca perseguida por la jerarquía eclesiástica. Sus orígenes no se pueden comprender si no se dan por hecho recuerdos o tradiciones como datos históricos que permitan superar los inicios inciertos de la figura del judío y así comenzar a andar en el decurso histórico de este peculiar personaje. Siempre partimos de las dudas, nunca de la certeza. Siempre iniciamos las disquisiciones con ideas borrosas ante la ausencia del material escrito. Sin embargo, de no ser así, la historia del judío de Baena también perdería el misterio que desde décadas ha envuelto su existencia, pero también que ha significado ruptura de tradiciones y de costumbres impuestas. Mucho se ha escrito desde el siglo XX para tratar de encontrar justificaciones a un hecho consolidado que desconoce la respuesta a dos preguntas que siempre adentran en la hipótesis de la idea: ¿por qué el judío moderno, el que conocemos hoy, sustituyó al viejo personaje burlesco que se extendía por una amplia geografía de la Semana Santa decimonónica de Andalucía? ¿por qué en Baena se consolidó y no sucedió lo mismo en el resto de los pueblos semanasanteros?
Es difícil continuar sin respuestas claras a estas preguntas, pues los hechos que sí se han podido constatar llevan a dos fechas que cierran las dudas en un periodo determinado, en un antes y un después que fija la existencia del judío antiguo y la inexistencia del judío moderno, y en otra que define al judío, al margen de divisiones entre coliblancos y colinegros, con una indumentaria que ha llegado a nuestros días, aunque el tambor, y sí la lanza, todavía no se había generalizado.
Todo lo demás son ideas que han surgido de manera prolífica durante muchas décadas, con más o menos acierto, que se han ido modificando a medida que se fueron dando por buenas unas hipótesis y se descartaron otras, que recurrieron al recuerdo de los más mayores ante la ausencia de la fuente escrita y rodearon de cierto halo de incertidumbre al concepto. Y es que ésta ha sido una de las grandes carencias con la que los investigadores de la Semana Santa de Baena se han encontrado, lo que dio lugar a muchas líneas que llegaron a la leyenda y se dieron por buenas. Por estas contradicciones que han ido apareciendo con el paso del tiempo sólo nos acercaremos al judío dejando siempre la duda en el escrito, pues toda la historia de los comienzos de esta figura puede venirse abajo con la aparición del documento que permitiera acabar con tantas dudas.
Mientras no suceda lo contrario, hablaremos de que en 1804 se descubrió un testamento en el que por primera vez se habla de la turba de judíos (de Jesús Nazareno), que en 1819 se dictaron normas del vicario Diego Henares en las que se prohibían que los judíos cubiertos con rostrillos desfilaran en la Semana Santa y, que, por lo tanto, aún no se conocía el judío moderno. En los años cuarenta del siglo XIX se constatará la existencia de varias cuadrillas de judíos en las distintas cofradías o su colocación después de los evangelistas en el Viernes Santo por la mañana, según aparece en el Sermón del Paraíso copiado por José María López Arriero en 1857. Sin embargo, habría que esperar hasta 1895 para saber cómo vestían estos nuevos judíos. Los estatutos de las cofradías del Santo Cristo de la Sangre y de la Vera Cruz hablan de que los judíos lanceros llevarán cola negra, mientras que los cuadrilleros, los abanderados y los hermanos de tambor lucirán cola blanca.
Así fueron pasando los años hasta que se consolidó el uso del tambor entre los judíos y la separación de los judíos atendiendo al color de la cola que lucían. En 1916 ya se reglamentó el toque de tambor, a través de una ordenanza municipal, para evitar trasnochados temples de las cajas sin control alguno, aunque la primera edad de oro del judío no llegaría hasta los años veinte. Entonces, iniciativas como las de José Gan, que promovió la quinta cuadrilla de la cola negra, impulsaron y reivindicaron la dignidad del judío, aunque también se produciría en esos años la disgregación definitiva entre la cola negra y la cola blanca, más por motivos personales de dirigentes cofradieros que por motivos ideológicos como se ha tratado de ver en algunas ocasiones.
El judío también sufriría las consecuencias de la dureza de la Guerra Civil, y los efectos de la emigración, aunque volvería a recuperar su fortaleza a partir de los años ochenta de la pasada centuria, cuando se produce la masificación actual que ha llevado a la existencia de varios millares de judíos en la Semana Santa de Baena. En la actualidad, la peculiaridad del judío, que ya se ha extendido a otros municipios como Luque y que también se ha expandido en la pedanía de Albendín, ha sido reconocida en congresos internacionales, publicaciones y tesis doctorales aunque todavía se han de acometer iniciativas para evitar su desvirtualización o que la iniciativa empresarial trate de asumir como propio una tradición que sólo es de los baenenses. 

UNA ANÉCDOTA
“Niño, a ver si aprendes a redoblar. Si es que eres coliblanco”, le decía un colinegro a un joven judío que lucía crin de caballo blanca en su casco militar un Miércoles Santo de finales del siglo XX. “Lo que tienes que hacer es callarte y lavar de vez en cuando la cola, que la tienes negra”, le respondió el niño coliblanco, que continuó con su incansable redoble de tambor a la imagen del Cristo de los Azotes, atribuida a José Risueño. La rivalidad que ha existido en la Semana Santa de Baena y la división de clases sociales que la festividad cuaresmal consolidó durante algunas etapas históricas ha sido analizada por sociólogos y antropólogos en las últimas décadas.
De todos es conocida la rivalidad, radical en determinados momentos, entre la cola blanca y la cola negra y la división de las cofradías atendiendo a su vinculación sentimental con una u otra. El Viernes Santo marcaría la diferenciación. La mañana quedó unida a la cola negra y la noche a la cola blanca. Los judíos coliblancos se vincularían con las procesiones del Miércoles y Jueves Santo, mientras que el Domingo de Resurrección se uniría a la cola negra. Sin embargo, las cofradías más recientes, Cristo del Perdón y Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén, se mantendrán al margen de rivalidades. La búsqueda de condicionantes ideológicos, económicos y sociales en la comentada rivalidad de la Semana Santa de Baena se ha tratado de encontrar por parte de diversos investigadores, aunque con el paso de los años se fue difuminando. Esta división tendría su apogeo en las primeras décadas del siglo XX con el intento de los dirigentes de las dos principales cofradías, las del Viernes Santo, de adquirir el mayor protagonismo social en la localidad a través de esta celebración, para lo cual no escatimaban dinero para mejorar los desfiles con la incorporación de pasos, la restauración de las imágenes o la celebración de actos cofradieros. Rafael Briones Gómez hablará de “manipulación social de la Semana Santa” andaluza al considerar que personas o grupos que gozan o buscan el poder económico, de prestigio o de clase, “intentan meterse en la Semana Santa, a través de las cofradías, para hacerse con el monopolio de su gestión y orientar ese capital y esa influencia sobre la masa, para acrecentar ese poder y prestigio propio y utilizarlo al servicio de sus intereses”. Esta situación se repetirá también en las principales semanas santas del sur de Córdoba, aunque en Baena irá unida a la cimentación de la rivalidad o división en dos mitades de la celebración. La investigadora Fuensanta Plata vinculará la Semana Santa de Baena a la estructura de dos mitades sociológicas, al igual que la jerarquización social, para hablar de “un pequeño núcleo de grandes terratenientes y un numeroso grupo de jornaleros sin tierra que cuentan solamente, en la mayoría de los casos, con los ingresos de un insuficiente subsidio de desempleo”. No obstante, Plata considera que esta división está apartada de clases sociales, etnias o profesiones, vinculándola más con una división en dos mitades simbólicas. Tratar de vincular la rivalidad colinegra y coliblanca a una división clasista resulta a estas alturas inadecuado. 
El último gran conflicto de rivalidad se produjo el Miércoles Santo de 1992. Nadie comprendía lo que sucedía cuando a la altura de la Muralla, los judíos de la cola negra comenzaron a salirse de la procesión ante el asombro de centenares de espectadores. Uno tras otro, los judíos dejaron el desfile. El espacio entre la hermandad que les precedía, la cuadrilla de sayones, y la hermandad del Cristo de los Azotes se fue incrementando. El corte fue impresionante y todo porque a un sayón se le ocurrió la idea de repetir un año más, a pesar de las advertencias, la ‘cagada’, expresión mal sonante con la que se conocía la escena que protagonizaba este curioso personaje de la Semana Santa de Baena y que desvirtuaba la seriedad de la procesión. El suceso provocó que la turba de la cola negra decidiera salirse del desfile. Ya no volvió a desfilar más la cola negra en el desfile del Jueves Santo.
Desde Manuel Piedrahita Ruiz, con su magnífico artículo de 1926, a otros investigadores y poetas de la Semana Santa, la figura del judío se ha patentizado en numerosas páginas. Podría incorporar innumerables textos para terminar, pero me quedo con un extracto de un artículo de Rafael Belmonte, titulado "El judío": "Hablaros a vosotros del "Judío", carne y sangre vuestra sería necio y absurdo. Pero yo creo que la figura del "Judío", tantas veces ensalzada, y otras, ¿por qué no decirlo?, también criticada y hasta vituperada, no haya sido quizás situada en un justo y preciso punto. Para mí, el "Judío" es el personaje que entre todos los de vuestra Semana Santa, presenta, lo que pudiéramos llamar en términos médicos, la más lógica y la más normal reacción humana ante la Pasión y Muerte de Cristo. Para mí, el "Judío" quiere expresar y de hecho lo expresa con su tambor, toda la rabia y toda la impotencia de un Pueblo cristiano, por no poder impedir o evitar la Muerte en la Cruz de su Redentor. Él hace vibrar y gritar el parche rotundo de la caja de su tambor, como avisando a los cuatro puntos cardinales de la geografía del mundo, el más horrible, el más injusto y más cruento deicidio de toda la historia de la Humanidad. Y el "Judío" que ve y comprende, que no puede impedirlo, avisa de esa forma vibrante y sonora, rompe incluso si es preciso las fuertes baquetas sobre el tambor, para ver si encuentra ayuda y comprensión para evitarlo. Y mirad si será noble y gallardo su toque y redoble que sabiendo que aquella muerte divina, lo salvará y redimirá para siempre, no duda un instante en buscar como sea y donde sea, a un alguien que con su fuerza y poder la evite. Por eso yo te admiro, anacrónico y exótico "Judío" de Baena, con tu cola blanca o con tu cola negra, con tu dorado casco y tu llamativo plumero sobre tu cabeza. Con tu roja chaqueta, donde lleva bordado como un símbolo la Cruz Redentora de Cristo. Con tu tambor cruzado por tensos y apretados chillones. Con su pañuelo de seda al cuello".

lunes, 21 de noviembre de 2011



Los inicios sindicales en Baena

FRANCISCO EXPÓSITO. NOVIEMBRE 2011
Las dificultades y penurias que sufría el trabajador durante el primer tercio del siglo XX y la absoluta dependencia de la labor agraria para conseguir el sustento fueron generando entre los baenenses un movimiento contestatario que trataba de romper con la situación, aunque la organización de este proceso estuvo marcado por grandes altibajos. No bastaba ya con procesiones o plegarias desde los púlpitos para pedir el final de la sequía o contra el hambre que se extendía entre la mayoría de los obreros. La población moría y no se tomaban medidas. La prensa cordobesa recogería en sus páginas momentos de gran dramatismo entre las clases más necesidades de la localidad. Los desfiles de pobres eran habituales. La creación del asilo de San Francisco fue una respuesta desesperada contra la desvalida situación de los mayores en 1900. En el año 1905, el 20 de mayo, apareció una de las crónicas más tristes de Baena escrita por el corresponsal de Diario de Córdoba. Todo son calamidades, a lo que se unía también las consecuencias fatales que estaba causando la gripe: “A más de las penalidades que la prolongada sequía trae consigo por la casi total pérdida de los sembrados, otra angustia aflige nuestro ánimo y es la epidemia reinante de la gripe. Son tantas las defunciones que está produciendo, que su número causa espanto, así como la rapidez con que fallecen los invadidos, pues por regla general sucumben al tercero, quinto o séptimo día de ser acometidos, y algunos casi repentinamente”.
    A la enfermedad hay que unir la dificultad para encontrar trabajo y la falta de alimentos, lo que originó revueltas populares en 1905: “En los días siguientes no se han dejado de registrar algunos sucesos desagradables, de índole distinta de los que acabo de reseñar, entre ellos dos pequeños alborotos en la plaza pública a causa de la carencia del pan, motivada por la escasez de agua, que no es la bastante para hacer andar las diversas fábricas de harinas”.A esto hay que unir también la incapacidad de los gobiernos municipales de turno, la mayoría de las veces con pocos medios económicos para responder a las demandas de la población y otras más preocupadas de conservar su posición social que de adoptar medidas que cambiaran la situación. El denostado caciquismo que perduraría durante gran parte de la primera mitad del siglo XX se define perfectamente en estos años de principios de la centuria. Uno de los periódicos más combativos de la época en Baena, quizás el único y por eso duró tan solo dos números, fue El Gladiador, que apareció el 1 de marzo de 1900. Su director, Francisco Jiménez Priego, tuvo que abandonar la localidad tras la paliza que recibió con el conocimiento de la autoridad. No nos ha llegado nada de El Gladiador, pero sí un texto publicado en El Disparo, periódico satírico que se editó en Córdoba tras las penalidades sufridas por Jiménez Priego, y que recogió en 1911 un periódico de Jaén . El número 11 de El Disparo analizaba el nepotismo de los gobernantes municipales y su incapacidad para llevar una correcta gobernanza de las cuentas públicas. En artículo titulado “Abajo el cunerismo”, denunciaba el caciquismo de los gobernantes de Baena y su mala gestión: “El distrito de Cabra, uno de los mejores de la provincia, tiene un déficit espantoso con la Diputación y la Hacienda, sobresaliendo entre todos los pueblos que lo componen el de Baena, cuyas autoridades hemos de hacer inmortales, erigiendo sobre todo una estatua al señor Alcalá Buelga, cuya gestión administrativa en aquel Ayuntamiento hará época en los anales de la historia del pueblo baenense (...). BAENA, este pueblo cuyas autoridades son dignas de ocupar otro puesto, no el que tienen, deben (asómbrense ustedes) a la Diputación provincial, 341.367 pesetas, a la Hacienda por el concepto de consumos 226.726,91 pesetas atrasos que comprenden desde los años 94 a 95, encontrándose al descubierto en el corriente ejercicio en la insignificante cantidad de 18.551,20. El total que estas sumas arrojan es considerable y no acertamos a comprender cómo no se ha incoado expediente y no se han confiscado los bienes de tan celosos administradores (...). Hora es ya de que se emancipen y arrojen del distrito a quienes nada le deben, pues de continuar de esta forma lograrán su total ruina y se verán cada día mas hollados sus derechos por despreciables caciques”. En una situación insostenible como la descrita estaba abonado el terreno para que surgiera el movimiento sindical en la localidad, aunque el control de la población, ya fuera por la necesidad de trabajo o por la escasa formación de la mayoría, provocó que las inquietudes obreras tardaran en organizarse en Baena.
    En los inicios de la pasada centuria comenzaron a surgir colectivos que reaccionaban ante las desigualdades sociales que se mantenían desde hacía siglos. La primera de las asociaciones campesinas que se creó fue la cooperativa la Unión del Trabajo de Baena, que surgió en febrero de 1903, aunque tendría una corta existencia pues a finales de 1904 ya no estaba en funcionamiento. En esas fechas nació también El Fomento del Trabajo de Baena, constituida en mayo de 1903, en pleno movimiento contestatario de los campesinos. Impulsada por laicos, se inspiraban en los principios de la encíclica Rerum novarum, aunque tuvo una escasa pervivencia al estar integrada por obreros y patronos. Estos últimos pretendían contrarrestar la reacción de los campesinos con su adhesión al colectivo. En aquellos momentos era habitual que cuando surgía alguna acción represiva contra las asociaciones desaparecieran o acabaran con una escasa actividad como consecuencia de la débil consistencia del movimiento obrero. En abril de 1903 el alcalde de Baena, como hicieron otros de Cabra, Posadas o Montoro, abortaron huelgas de campesinos al emplear a los parados que acudían a los ayuntamientos en demanda de trabajo.
(CONTINÚA EN PERIÓDICO CANCIONERO).

viernes, 4 de noviembre de 2011


La crisis del cooperativismo textil

El cierre de Scafa, que declaró su insolvencia en
el mes de septiembre, ha supuesto el final de la
primera gran cooperativa textil de Baena. En
sus años de mayor actividad llegaron a trabajar
más de cuatrocientas personas.

FRANCISCO EXPÓSITO. NOVIEMBRE 2011
Hace 45 años surgía la Sociedad Cooperativa Artesana de Familias Agrícolas (Scafa). Eran momentos en los que Baena continuaba su despoblamiento por la escasa actividad económica y la excesiva dependencia de la agricultura. Un cura nacido en Hinojosa del Duque se convirtió en el artífice del desarrollo industrial de la localidad. Este sorprendente emprendedor era Salvador Muñoz, entonces párroco de Nuestra Señora de Guadalupe y después de San Bartolomé, que se rebeló contra la incapacidad de las autoridades locales y de los dirigentes sociales de la época para responder a las necesidades de la población más humilde y crear la primera cooperativa textil de Baena. El artículo 2 de los estatutos fundacionales, redactados en 1966, era una auténtica declaración de intenciones, ya que la cooperativa buscaba “la elevación del nivel de vida de las familias de obreros agrícolas, fomentando ordenadamente el trabajo en la agricultura y contrarrestando la excesiva emigración de los medios rurales y, en definitiva, aumentar sus ingresos mediante la promoción artesana”. El éxito de la iniciativa le llevó en junio de 1976 a impulsar una segunda cooperativa, llamada Scoinc. La demanda de trabajo no se reducía en la localidad. El éxito del proyecto encontró pronto un mercado creciente para abastecer en la producción a otras empresas de Córdoba y de otras provincias. Así nació el cooperativismo textil en la localidad, con las dos empresas sociales más importantes del municipio, y que llegaron a emplear a más de 400 trabajadores cada una.
Décadas después, a finales de los años ochenta y principios de los noventa, surgieron otras iniciativas textiles que se concentraron en la elaboración de camisas o pantalones a bajo precio, sustentadas en la mayoría de los casos en una economía sumergida al basarse en pequeños talleres o trabajo doméstico de muchas mujeres que no tenían vinculación laboral con la empresa que les suministraba el tejido o el producto sin terminar. Bastaba una simple cochera de una vivienda para que se implantara un taller. Así fue como camisas y pantalones elaborados en Baena se vendieron en numerosas provincias españolas y en la mayoría de los municipios de Córdoba. Aparecieron empresarios como Antonio Jurado y otros emprendedores que consiguieron incrementar rápidamente sus ingresos. Hoy, dos décadas después, los pequeños talleres de camisas y pantalones han desaparecido. Los bajos sueldos que se abonaban a las trabajadoras, porque la mayoría eran mujeres, permitieron competir durante un tiempo hasta que se liberalizaron los mercados y eliminaron aranceles. El propio Jurado se dio cuenta de que era más económico importar de Asia la mercancía que hacerla en Baena. Miles de camisas llegaban todas las semanas a Baena, que luego se ponían en el mercado en tiendas y en los mercadillos de muchos municipios. Ese fue el principio de la crisis del textil en Baena. Lejos de impulsar marcas propias y potenciar la comercialización, el sector comenzó a asumir que era más rentable importar el producto fabricado que elaborarlo.
En una entrevista publicada por el diario Córdoba en febrero de 2004, Antonio Jurado hablaba de los cambios que se habían producido en el textil baenense: “Aquel negocio (la confección de camisas en la localidad) funcionaba bien cuando se fabricaba aquí en España. Nosotros siempre hemos trabajado una camisa más bien económica, asequible para todo el público. Pero cuando llegaron las importaciones cayó la actividad y tuvimos que buscar otra estrategia de venta y empezamos con las tiendas de venta al público, donde ya se venden todo tipo de prendas”. Era el comienzo de la franquicia Hipertextil al Costo, que creó en julio de 1994.
Pero, ¿qué ocurrió con las cooperativas? El factor del bajo coste laboral, ya que los sueldos eran reducidos al integrarse los trabajadores como socios de las cooperativas, permitió subsistir durante varias décadas a las dos empresas, aunque fueron numerosas las cooperativistas que abandonaron las entidades. Incluso, a mediados de la pasada década, asfixiadas por las deudas, consiguieron reducirlas, temporalmente, con operaciones urbanísticas que les permitieron vender los céntricos terrenos en los que se encontraban y trasladarse a uno de los polígonos industriales de la localidad. Ese respiro económico fue temporal y los problemas volvieron pronto.
El tejido industrial del textil pasa complicados momentos en la actualidad. Atrás quedó el proyecto frustrado de impulsar el centro tecnológico del textil, que finalmente se ubicó con una única sede en Priego, planes de viabilidad que no dieron los resultados esperados, apareció alguna empresa fantasma que, subvencionada por fondos europeos, desapareció pronto, hubo regulaciones de empleo y, en este año 2011, se declaraba la insolvencia de Scafa, mientras Scoinc trata de reestructurar su situación ante las dificultades del mercado.

El primer textil del siglo XX
La historia empresarial del textil baenense se remonta a los últimos cincuenta años, aunque hay un antecedente importante en el primer tercio de la centuria. Antes es imposible rastrear cualquier iniciativa que se pueda considerar empresarial en la localidad. La Guía General de Córdoba y su Provincia de 1906 no habla de esta industria en Baena cuando se refiere a su riqueza económica: “Los negocios más importantes son el cultivo del olivo y los cereales, que se exportan a la provincia”. Solo se recogen algunos establecimientos que se dedican al comercio de tejidos como los de los Hermanos Casado (calle Moral), González Calero Onieva (Llana), José de las Heras (Alfonso XII), Iriondo y Moreno (Llana), Ángel López (Llana), Hermanos Pérez (Calzada) y Federico Tutau Cubero (Galana). No hay más. Unas décadas después, en el libro de matrícula industrial de 1931, aparecía entre las empresas de la localidad la industria de géneros de punto de José Casado Martínez, que vendía sus prendas a ciudades como Madrid y Barcelona y era de las empresas que generaba más empleo en la época. Su fama, como se recogía en alguna publicación local, llegaba lejos de Baena. La revista Baena y sus fiestas, con motivo de la feria de 1931, hacía una pequeña descripción de la misma y de su importancia: “Nuestro buen amigo Pepe Casado cambió la poesía de la juventud por la prosa de la vida. ¡Ya no hace versos! En vez de encargarle unas coplillas, pasarle mejor una nota de chalecos de fantasía, de jerseys coquetones o aunque sea de vulgares camisetas. Él ha montado una fábrica de punto, donde da colocación a muchas nenas. Tiene unas magníficas galerías de telares donde laboran las huríes del señor Mahoma. Aquello es un paraíso, pero un paraíso que mete mucho ruido. Por el ruido más bien parece un infierno. Es una industria montada a la última. Revela su genio organizador y dice bien de nuestra ciudad tan reacia a estas innovaciones industriales. Pero nuestro buen amigo don José Casado Martínez, dueño de esta importantísima manufactura, tiene un defectillo. ¡Quién no los tiene! Y es que se da mucha importancia... como fabricante se entiende. Es natural. El hombre tiene vendida la producción toda y si queréis comprarle algo hay que guardar cola. Es lo que él se dirá. ¡Suerte que tie uno!”.
En ese año existían ocho tiendas de comercio de tejidos y venta de camas metálicas. La fábrica de José Casado Martínez es el principal antecedente del textil baenense que impulsó Salvador Muñoz en los años sesenta con la creación de la Scafa. El proyecto empresarial de José Casado Martínez no sobrevivió. Habría que esperar tres décadas para que resurgiera el textil en Baena. Entonces se creó la cooperativa Scafa, que surgió el 22 de septiembre de 1966 en unos años en los que emigraban decenas de personas cada año. Era la primera gran empresa social que surgía en Baena. Veinte cooperativistas, entre los que había solo tres hombres, emprendían una desconocida esperiencia laboral. Su trabajo constante, la calidad de los productos elaborados y la competitividad consolidaron pronto a Scafa, lo que llevó a Salvador Muñoz a impulsar Scoinc en 1976 o, incluso, a tratar de crear otra cooperativa para el paro masculino en Baena que, finalmente, no cuajó.