Vistas de página en total

domingo, 11 de marzo de 2012



El centenario de Amador de los Ríos

Baena se rindió en 1918 a la celebración del centenario del nacimiento de José Amador de los Ríos. Representantes de la vida cultural y social de España asistieron a la conmemoración. La prensa nacional recordó la importancia del intelectual
El Ayuntamiento estaba presidido por Higinio de los Ríos y en la comisión organizadora figuraba un joven Antonio Bermúdez Cañete. El 30 de abril de 1918 se colocó la primera piedra del monumento diseñado por Jiménez Martos

FRANCISCO EXPÓSITO.
Baena se convirtió en ciudad española de la cultura en 1918 gracias a uno de sus hijos más ilustres. Intelectuales del país rindieron homenaje a José Amador de los Ríos con motivo del centenario de su nacimiento y Baena atrajo la mirada de la cultura nacional. La mayoría de periódicos de la época, como El Debate, El Universo, Abc, La Época, El Sol o El País, dedicaron artículos elogiosos al polígrafo baenense. Los preparativos para conmemorar esta celebración se habían iniciado años antes cuando dos periódicos locales, El Ferrocarril y Juventud , lanzaron la idea de organizar unos actos acordes a la importancia de Amador de los Ríos. La propuesta la destacaron entonces periódicos como el Diario de Córdoba o La Correspondencia de España. Eso ocurrió en 1915 y una revista que se editaba entonces en Granada, La Alhambra, destacó la citada iniciativa e instaba a la capital andaluza a sumarse a los actos: “(…) nosotros creemos que Granada, cuya historia arqueológica está muy enlazada con Amador de los Ríos y con su ilustre hijo D. Rodrigo, debe tomar parte en esa justa demostración de respeto y de cariño a la memoria de un andaluz insigne”. El número 25 del periódico Juventud, tras otros artículos publicados con anterioridad, recogió en 1915 una información en la que resaltaba la importancia que debía tener la celebración: “El deber de los baenenses que se precien de serlo es hacer algo grande, unas fiestas que dejarán memoria en las generaciones venideras, que siempre recordaría con orgullo a los antecesores que se honraron al enaltecer al más brillante de sus prestigios”. La publicación, difiriendo de El Ferrocarril, propuso la creación de una comisión para la organización del programa de actividades, que debía contemplar “un programa de fiestas artísticas y literarias que se harían con todo el buen gusto y esplendor que se debe esperar en una ciudad rica y culta”. Asimismo, Juventud hacía un llamamiento a la necesidad de fundar un ateneo antes del centenario con el objetivo de elevar “nuestro nivel intelectual y moral”, ya que de esta manera Baena “se pondría a la altura de otros pueblos, que si bien menos ricos e importantes, iniciaron con anterioridad la saludable corriente de cultura”.
Su hijo Rodrigo, en una carta publicada en 1916, se uniría al proyecto del centenario y al de erigir un monumento público a su padre: “Medios y recursos sobran a Baena, y yo, que me honro y ufano de ser su hijo adoptivo, abrigo la confianza y tengo la fe en que, aquellos que pueden, no habrán de negar su concurso para empresa que tanto habrá de honrarles, y tan alta ha de poner a Baena entre los pueblos cultos, pues no todo ha de ser política” (La Alhambra, 15 de octubre de 1916).
El Ayuntamiento se volcó con la efemérides y preparó con entusiasmo una celebración a la que, finalmente, no podría asistir su hijo Rodrigo, fallecido un año antes y que había colaborado en los actos previos de esta conmemoración. Así lo recoge la sesión municipal del 18 de mayo de 1917, en la que se lee una carta de Rodrigo enviada por su hijo Alfonso al Ayuntamiento de Baena. En la misiva, Rodrigo asegura que remite 125 ejemplares de un tomo de poesías originales de su padre, cincuenta de una leyenda árabe granadina, de la que es autor Rodrigo, y ejemplares de un folleto arqueológico sobre antigüedades salvadas y perdidas en el que se habla de algunas de Baena. Rodrigo dice en la carta que con este ofrecimiento “no llevo otro propósito, sino el de rogarle que, después de aceptar para usted y para el municipio que preside el número de ejemplares que crea conveniente, haga poner a la venta los restantes en el casino o en donde estime oportuno o disponga que, su importe, se agregue a las sumas recaudadas para ayudar a la celebración en 1918 del centenario del nacimiento de mi señor padre”. La carta está fechada en Madrid el 7 de mayo de 1917. En la sesión municipal se lee otra enviada por su hijo Alfonso en la que cuenta que su padre había escrito la anterior misiva pocas horas antes de fallecer.
En los meses siguientes se abordarían aspectos de la organización del acto en los distintos plenos municipales. El 3 de abril de 1918 se acordó autorizar la colocación de la primera piedra del futuro monumento a Amador de los Ríos, tal y como recoge el libro de actas municipal: “El Señor Hita expuso que traía encargo de la junta organizadora del centenario de Amador de los Ríos para pedir permiso al Ilustrísimo Ayuntamiento para emplazar una estatua de este insigne baenense, que es gloria legítima de esta ciudad, en el Paseo de la Plaza de la Constitución o Coso, estatua cuya primera piedra ha de ponerse el treinta del actual; y el Ilustrísimo Ayuntamiento acordó después de varias frases encomiadoras por la junta del centenario y de su presidente, por la labor patriótica que harían dar con el mayor gusto el permiso que se solicita”.
Pero, como recordaría el diario Abc en su edición del 30 de abril de 1918, quedaba el lamento de Juan Valera por la falta de reconocimiento al ilustre baenense tiempos atrás: “Hace ya muchos años que otro escritor maestro, D. Juan Valera, se dolía de que no se ensalzase con la solemnidad y aparato merecidos el nombre de quien era reconocido allende nuestras fronteras ¡antes que en España! como ‘maestro en escribir la historia y príncipe de los investigadores históricos’. Y esto se escribía en lejanas tierras y para otras razas cuando aquí era perseguido por la pasión política y despojado de su cátedra en la Universidad Central el glorioso maestro de los Menéndez Pelayo, los Castelar, los Cánovas del Castillo, los Alonso Martínez, el primer historiador de nuestra Literatura, el autor de libros, estudios y crónicas que adjudican a su trascendental y fecunda labor derecho indiscutible a la inmortalidad”.

DOS DÍAS DE CELEBRACIÓN
Los actos tuvieron lugar el día 30 de abril y el 1 de mayo. El periódico madrileño El Debate destacó la celebración en sus páginas. En la edición del 30 de abril de 1918, aunque la noticia está fechada a día 29, se recogen los actos previstos: “Ha marchado a Baena el prelado de esta diócesis para oficiar mañana, de medio pontifical, en las honras fúnebres que en sufragio de Amador de los Ríos se verificarán. La oración fúnebre la pronunciará el doctor don Marcial López, Obispo electo de Cádiz. Por la tarde se colocará la primera piedra para el monumento, y por la noche se celebrarán juegos florales. El miércoles serán obsequiadas, por el Ayuntamiento de Baena, con un banquete las comisiones de las universidades y academias. Reina gran animación. Hoy llegaron representaciones de las Academias Españolas de San Fernando, de la Historia, del Ayuntamiento y Seminario de Córdoba”.
Tanto El Defensor de Córdoba como el Diario de Córdoba dedicaron una amplia información a la celebración. El 30 de abril, el Diario de Córdoba exaltará la historia de Baena y la figura de Amador de los Ríos: “Baena, la culta población cordobesa que tuvo la honra de que viese en ella la primera luz el insigne historiador, literato, catedrático y crítico don José Amador de los Ríos, celebra hoy su centenario con brillantes y solemnísimas fiestas, dando una gallarda prueba de su cultura y del profundo amor que profesa a sus hijos que la enaltecieron. Como Amador de los Ríos fue una gloria nacional, España entera se adhiere al justo homenaje y de casi toda España se reunirán en Baena representaciones de las ciencias, las letras, las artes y de numerosas corporaciones y entidades de diversos órdenes”. Ese mismo día, El Defensor de Córdoba resaltaba los preparativos de la efemérides, con la colocación de arcos florales y banderas en la casa donde nació Amador de los Ríos, en la Calzada o en el ayuntamiento, donde figuraba la inscripción: “Gloria al insigne Amador de los Ríos”. El enviado especial del periódico dirigido por el baenense Daniel Aguilera, Victoriano Aguilera, cuenta que hubo una recepción en el Ayuntamiento a las representaciones que habían llegado el día 29 y por la noche tuvo lugar una verbena en la Carrera y un concierto por la banda militar. Asimismo, “damas y lindas señoritas” estuvieron preparando el teatro, donde se iban a celebrar los juegos florales. “Baena está de fiestas, pero de fiestas del espíritu, por esto su animación no es como la de su renombrada feria, que le trae concurrencia que aquí satisface sus necesidades comerciales. Ahora los que vienen hablan a Baena de sus glorias de antaño, vienen a recordar que esta ciudad célebre en los tiempos medievales, que tiene una leyenda en cada piedra y una inspiración en sus castillos a medio derruir, y admiran sus mujeres, que rememoran bellezas mozárabes, y su cielo siempre azul que es el bendito cielo de Andalucía”.

LAS CRÓNICAS
La descripción de Victoriano Aguilera, que envió la información por telégrafo a las cuatro de la tarde y se publicó en la edición vespertina del periódico de ese mismo día 30 de abril, permite conocer el entusiasmo que se desplegó con la celebración. “Desde media mañana se halla intransitable la Plaza de la Constitución. En el paseo y en los balcones de todas las casas de las calles afluentes hay numeroso público, que espera la llegada de las comisiones al Ayuntamiento. Siguen las colgaduras en todas las casas. A las once en punto se pone en marcha la comitiva. Es una manifestación imponente. Baena de gala se dirige a su Iglesia mayor. Forman en la comitiva todas las representaciones de los principales organismos de la población, las comisiones de centros docentes y corporaciones representadas, y precediendo a todos la banda de música del Regimiento de Infantería de la Reina. Nuestro prelado preside esta manifestación, acompañándole las autoridades locales. La comitiva salió del Ayuntamiento y se dirigió por la calle de Domingo de Henares al Adarve e iglesia Mayor. Muchos al pasar por la calle Domingo de Henares, frente a la Tela, se descubren ante la lápida que está colocada en la casa de modesta apariencia en que nació Amador de los Ríos”, escribe el periodista de El Defensor de Córdoba. Su crónica continúa con las honras fúnebres en la iglesia de Santa María, que duraron una hora, y después la comitiva se dirigió a la Plaza de la Constitución para la colocación de la primera piedra del monumento que se iba a erigir a Amador de los Ríos. El cuadro escultórico fue diseñado por Jiménez Martos y una imagen ya se publicó en la revista Mundo gráfico, del 11 de octubre de 1916, en su página 14. El diario Abc incluiría una fotografía de la colocación de la primera piedra en su edición del 6 de mayo de 1918. La imagen, tomada por el fotógrafo Adolfo, se incluye en la página 3. Por la noche se celebraron los juegos florales en el Teatro Principal y, al día siguiente, miércoles 1 de mayo, tuvo lugar en el mismo teatro una comida a las comitivas asistentes. En el mismo acto de colocación de la primera piedra del monumento de Amador de los Ríos hubo un turno de intervenciones, destacando entre los baenenses el alcalde, Higinio de los Ríos, el presidente de la comisión organizadora del centenario, José Santaella Ariza, y el joven intelectual Antonio Bermúdez Cañete. El Defensor de Córdoba incluye el 2 de mayo las palabras del alcalde: “El alcalde don Higinio de los Ríos, después de manifestar que carece de condiciones que son necesarias para estos momentos solemnes, se ve obligado por el honroso cargo que el pueblo le ha confiado y en el cumplimiento de lo que cree un deber de gratitud y cortesía hacia estos amables huéspedes que nos han honrado con su presencia, he de decir breves palabras. Voy a limitarme como representante de la ciudad a saludar y dar la bienvenida a estos señores cuya presencia en estos actos, tanto contribuye a realzar y honrar la memoria del ilustre festejado y la del pueblo en que floreció. En nombre pues de este pueblo y en la firme creencia de que interpreto sus sentimientos os doy a todos muy expresivas gracias por su valioso concurso, rogando a los que han traído representación de sociedades científicas, que les lleven la seguridad de la gratitud de esta ciudad y la de que al tratar de festejar la memoria del ilustre baenense se han hecho acreedores a la misma honra del festejado”. En ese mismo acto de colocación de la primera piedra intervino también el joven Antonio Bermúdez Cañete, que fue uno de los miembros de la comisión organizadora. Tanto El Defensor de Córdoba como el Diario de Córdoba destacarían en sus páginas su brillante intervención en estos actos. Ambos diarios resaltarían las capacidades que ya mostraba Bermúdez Cañete en las crónicas de sus corresponsales. El primero de ellos habló, en su edición del 1 de mayo, de las grandes perspectivas personales del entonces titulado en Derecho: “... Don Antonio Bermúdez Cañete, joven baenense y de porvenir halagüeño por sus excelentes condiciones para el estudio, pronunció un vibrante discurso, enalteciendo la figura de Amador de los Ríos y considerando que es lo menos que puede hacerse en estos actos en honor del hombre ilustre, por lo que todos debemos vanagloriarnos. Amador de los Ríos se crió con nuestros abuelos y hoy es llorado y ensalzado por nosotros”. El periodista indica que Bermúdez Cañete disertó sobre la trayectoria del polígrafo baenense y resaltó que Baena le debía mucho a José Amador de los Ríos: “En vida, la Universidad es su morada, en la muerte, la Universidad fue su tumba. Introdujo la filosofía en el arte, así resultará que mientras el mundo existe, habrá que consultar en sus obras. Todos sus trabajos fueron de divulgación científica. ¿A quien 40 años no dejó de trabajar, qué menos le vamos a dedicar que un día? Para ello no debe escatimarse cantidad alguna. Debemos procurar una biblioteca y escuela popular que lleve su nombre y dispuesto estoy a que fundemos”. Su intervención fue culminada con una gran ovación de los asistentes. El Diario de Córdoba incluiría la crónica del corresponsal de Baena en su número del 3 de mayo. Como el narrador de El Defensor de Córdoba, también exaltaría las posibilidades de Bermúdez Cañete: “Habló más tarde el que hoy es una esperanza y mañana será una realidad, Antoñito Bermúdez Cañete, joven baenense de dieciocho años (realmente tenía 20 años), que ha hecho en tres dos carreras, la de Derecho y la de Filosofía y Letras, con brillantes notas, y ahora parece que hace oposiciones al premio extraordinario en la licenciatura. Es un joven de grandes esperanzas, habla con la mayor corrección y elocuencia, tiene, como todo hombre joven, arrestos de sinceridad y un alma diáfana dispuesta para el bien...”. El vencedor de los juegos florales fue Pedro Iglesias, mientras que se distinguió una biografía sobre Amador de los Ríos, cuyo autor fue Pedro Sainz.
Menor fue la trascendencia de la conmemoración del centenario del fallecimiento de Amador de los Ríos, en 1978. Un año antes, el académico José María Ortiz Juárez advertía de la importancia de la conmemoración y hacía una breve semblanza de la importancia del intelectual baenense en un artículo publicado en el Diario Córdoba: “Don José Amador de los Ríos es, no sólo un prestigio de la ciudad de Baena, sino de nuestra provincia y nuestra nación, pues no se encuentra de forma frecuente una persona que se ocupara de aspectos tan diversos en el campo de la cultura y de la investigación y en todos destacara de forma tan brillante. Humanista, pintor, arqueólogo, hebraísta, historiador de nuestra literatura con un método crítico hasta su época no utilizado, reformador de la enseñanza, editor de peregrinas páginas de nuestros clásicos, presenta en su obra materia más que suficiente, para que investigadores y estudiosos de los más diversos ángulos de nuestra cultura, se interesen por ahondar en muchos de los múltiples temas a que Amador de los Ríos dedicó su ejemplar y laboriosísima vida”. Ortiz Juárez instaba entonces a que se procediera a una actualización de la biografía y bibliografía de Amador de los Ríos. Precisamente, con motivo del centenario de su fallecimiento, la Diputación dedicaría el 17 de junio de 1978 un homenaje, al que se unió la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba con un monográfico, el número 99 (julio-diciembre, 1978). En ese acto, junto a académicos y un representante de la familia, participó Manuel Horcas Gálvez. El amplio monográfico del Boletín de la Real Academia de Córdoba (BRAC) analizó la vida y obra de Amador de los Ríos, con escritos de académicos como Juan Gómez Crespo, Joaquín Criado Costa, José María Ocaña Vergara o José María Ortiz Juárez, entre otros. Atrás quedaba la figura del mayor intelectual baenense de la historia, aquel que donó a su pueblo unos versos que exaltaban su gran admiración por el municipio que le vio nacer un 30 de abril de 1818: “Sobre una altura escarpada,/cuyo sólo aspecto admira,/por los años respetada,/una población alzada/cual roca del mar, se mira./Jardín de eterna verdura,/rico en fragancia y colores,/cerca en torno a aquella altura,/que ramillete figura/teñido de hermosas flores./Villa fuerte y fronteriza,/fue espanto y terror del moro”.

jueves, 12 de enero de 2012


La llegada del siglo XX en Baena

FRANCISCO EXPÓSITO. ENERO 2012
La memoria de los baenenses de más edad se aproxima a la posguerra cuando se les pregunta por aquellos tiempos que no quieren recordar. Sin embargo, habría que remontarse varias décadas antes para advertir un dramatismo similar o aún mayor al que se vivió tras la guerra civil. Entonces no hubo fragmentación familiar ni odios o venganzas que callaron la voz y humillaron a muchos baenenses, pero la estructura social vigente, propia de siglos anteriores, mantenía a una mayoría de los habitantes por debajo de lo que hoy se considera el umbral de la pobreza. No había para comer. Los hijos crecían con las manos agrietadas, explotados por la dureza del trabajo que les apartaba de la educación y los acercaba a la madurez demasiado pronto. Todos debían colaborar para completar el sustento familiar. Los ancianos, sin derechos asistenciales, malvivían y sufrían el calvario de décadas de esfuerzo físico que había agotado sus vidas.
La llegada del siglo XX en Baena dio pocas alegrías. La sociedad baenense seguirá marcada por el mantenimiento de una realidad que tenía que ver más con el Antiguo Régimen que con la modernización y avances que se producían en la gran ciudad. La mayoría de la población era analfabeta y dependía de los jornales agrarios. Son los años en los que se producen “motines del hambre”, como los llegó a denominar Díaz del Moral. El 1 de enero de 1901, el Ayuntamiento de Baena estaba gobernado por Rafael Alcalá Buelga, uno de los grandes propietarios de la localidad. Alcalá Buelga, víctima de los sucesos del asilo el 28 de julio de 1936, asumió el cargo el 29 de noviembre de 1897 y lo abandonó en julio de 1901. Durante el año 1900 se hicieron gestiones para el nuevo cuartel de la Guardia Civil, aunque también preocupaba el mal estado que presentaban algunas escuelas, llegando a hundirse alguna, los maestros se quejaban de que no cobraban sus sueldos o se reclamaba la estación de ferrocarril para la localidad. Uno de los grandes avances sociales que se produjo fue la inauguración del asilo de San Fracisco. Un año después, en 1901, el Obispado solicitaba al Ayuntamiento fondos para recuperar el convento de Madre de Dios, pero el Pleno respondía que no había partida consignada para acometer las obras. También preocupaban las dificultades por las que pasaban numerosos baenenses por la falta de medios económicos. El Pleno aprobó el 1 de octubre de 1901 la compra de panes para aliviar a los más pobres con motivo de la feria: “Acto seguido y previa discusión se acordó por unanimidad que habiendo propuesto el Sr. Alcalde y la Comisión de Festejos repartir mil panes como limosna a los pobres de esta Villa, en los días seis y siete del corriente mes, en que se celebra la renombrada feria de esta población, se abone el importe de dicha limosna con fondos municipales y con cargo al capítulo de imprevistos por no haber consignación apropiada para ello en el presupuesto municipal”. Además, la entrada del siglo XX estuvo precedida en Baena por años de gran calamidad en los que la sequía o los temporales acabaron con las cosechas, como sucedió en 1896 y 1897. Un artículo publicado en el Diario de Córdoba, en mayo de 1897, así lo refleja: “(...) Hoy, por desgracia, el cuadro que ofrece la crisis actual, es de los que jamás aquí se han conocido, pues además de llevar seis meses de vivir como se vive cuando nada se gana, pues con una retribución de una peseta diez céntimos, y con los artículos de primera necesidad como el agua ha estado, puede suponerse la clase de alimentos y la cantidad con que hayan podido mantenerse; así es que teniendo esto en cuenta, y ver reunidos 700 u 800 hombres recorriendo las calles, hácenos creer que la calamidad es grande y que la miseria impulsa a que estos jornaleros que siempre han sido modelo de cordura, rompan esa tradición, honra del pueblo baenense”. Ante este panorama, el alcalde hizo un llamamiento a los grandes propietarios y contribuyentes para que les dieran trabajo, aunque estos no se comprometieron a prolongar la situación por muchos días. Los problemas de la población más humilde en Baena serían constantes y, a partir de 1902, comenzaría a extenderse el movimiento asociativo para tratar de buscar soluciones, aunque también la conflictividad.
El estado de la provincia de Córdoba no era muy diferente. El jornalero pasará por grandes penurias que se complicarán con las adversidades climatológicas. Como reconoce García Parody, “el campesino ha de trabajar día y noche con la ayuda de su familia, sin que llegue a obtener un mínimo de beneficio final, no sólo por la poca rentabilidad de lo recogido sino también por el pago de la renta, los costes de los préstamos de granos para la siembra, que fiaron los dueños, y los gastos de la casa”. El jornalero afrontaba una larga jornada de trabajo, desde el amanecer hasta la puesta del sol: “El trabajo lo practican desde las 8 de la mañana hasta la puesta de sol en la primera época (septiembre a abril), siempre que salgan de casa almorzados, o al salir el sol si tienen que hacerlo en su sitio de trabajo; desde venir el día hasta el oscurecer en el demás tiempo (de mayo a agosto) y algunas horas de noche en el verano”.

ESTANCAMIENTO DEMOGRÁFICO
El número de habitantes de la antigua villa había variado muy poco respecto al que había un siglo antes. Prácticamente se habían perdido cien años para la demografía local. A finales del XIX, Baena tenía una población de 14.539 personas, de los que 7.268 eran varones y 7.271, hembras. A pesar de esto, el censo de 1900 situaba a Baena como el quinto municipio con más individuos, tras Córdoba (58.275), Lucena (21.179), Priego (16.904) y Montoro (14.581). Junto a las necesidades y al hambre que se pasaba, había que unir otros problemas que estaban relacionados. Las limitaciones del sistema educativo de la época, las dificultades que existían para que el niño continuara los estudios por la necesidad de que aportara ingresos a la familia provocaba que, siendo aún muy pequeño, comenzara a trabajar y abandonara la instrucción. Eso ocasionaba unas altas tasas de analfabetismo en la población cordobesa, mayores en el caso de la mujer. El 74,7% de los censados de la provincia no sabía leer en 1900. Las diferencias entre el mundo rural y urbano eran significativas. En la ciudad de Córdoba el analfabetismo se reducía al 57,1%. En Baena había 10.691 analfabetos, el 73,5% de los censados. La tasa disminuía en el caso de los hombres al 70,5% y aumentaba hasta el 76,4% en las mujeres.
El mal estado de las escuelas no ayudaba mucho al verse muy limitadas en medios. Su situación se puede analizar a través de un informe elaborado el 21 de mayo de 1900 por Juan Miguel Leva para el Ayuntamiento. Los centros de enseñanza presentaban importantes carencias. Las casas 17 y 25 de la calle Alta, de educación elemental, presentan desperfectos en los suelos que dificultan el piso de los niños. En la calle Puerta de Córdoba, número 3, hay otra escuela elemental de niños, que estaba en un estado “ruinoso”, con grietas, agujeros y se temía el desprendimiento de los techos. La escuela de la Plaza de la Constitución se encontraba en buen estado al haberse hecho reparaciones recientemente, mientras que la escuela de adultos, situada en la calle Santiagos, número 15, “tiene dos muros reventados y un tabique vencido hacia dentro”, por lo que dice que su estado era ruinoso. Por último, la escuela de la calle Francisco López, número 9, donde están los párvulos, tiene deteriorado el suelo, varias vigas rotas y el servicio “hundido e inservible”. Además, los profesores de primera enseñanza, con fecha de 19 de junio de 1900, escriben una carta al gobernador civil denunciando también los retrasos que sufren en los pagos de sus sueldos. 
CONTINÚA EN CANCIONERO

martes, 20 de diciembre de 2011



La restauración de Jesús Nazareno

FRANCISCO EXPÓSITO. DICIEMBRE DE 2011
Hace ahora 20 años se ponía fin a una leyenda que había adquirido realidad tras la publicación de la Historia de la Villa de Baena (1903), de Francisco Valverde y Perales. Siendo hermano mayor Felipe Calderón se aprobó restaurar la imagen titular de la cofradía de Jesús Nazareno para tratar de frenar el grave deterioro que sufría tras el paso de los siglos y desiguales procesos de tratamiento que se habían realizado. Sin embargo, cuando se decidió que Miguel Ángel Pérez fuera el restaurador de la devota imagen nadie pensó que, desde entonces, surgiría un debate que se mantuvo durante años, no solo por el resultado final del trabajo, sino también porque la localización de un pequeño documento en su interior cuestionaría el origen al que se vinculó la escultura.
Lo que hubiera pasado casi inadvertido se convirtió en un acontecimiento que acabó con la historia de la procedencia italiana de la cabeza, aunque algunos baenenses aún la mantienen y vinculan la autoría que en 1991 se otorgó a Miguel de Perea solamente al cuerpo de la talla. Pero no solo quedó ahí la polémica, pues el resultado final no contentó a todos los baenenses, que vieron cómo, tras el citado proceso de recuperación, Jesús había perdido la “mirada profunda” con la que observaba a los baenenses cada Semana Santa o los que visitaban al Nazareno en la iglesia de San Francisco.
Algún cofrade trataba de justificar en la revista Cabildo de 1992 esa extraña impresión que había quedado en Baena: “Como tantos otros muchos baenenses me apresuré a bajar a San Francisco para contemplar, llena de regocijo, nuestra querida imagen. Pude observar entonces entre los allí asistentes alegría y satisfacción por el excelente trabajo de restauración llevado a cabo por el citado restaurador, Miguel Ángel; pero al mismo tiempo captaba cómo una sensación de extrañeza nos invadía. ¿Le falta algo? Era el pensamiento que en voz baja apenas nos atrevíamos a pronunciar”. Ese desconcierto inicial lo vinculó la autora del artículo, Chelo Guijarro, a la ausencia de la corona de espinas, aunque a medida que fueron pasando los días surgieron las voces discordantes que, con la llegada de los emigrantes, se extendieron. En la publicación de la Agrupación de Cofradías de 1993 se destacaba, en una escueta frase, el debate que se había generado: “A la salida de Jesús hay división de opiniones y se oyen voces de “Jesús con la corona”. Tampoco fue muy afortunada la afirmación que hizo el restaurador en la citada revista ese año cuando se refirió al resto de tallas que acompañaban al Nazareno en su camarín: “Asimismo sería necesario preparar las imágenes que comparten dicha capilla, de aspecto casi fallero, no ya desde el punto estético, que deja mucho que desear al encontrarse al lado de una imagen de la categoría que nos ocupa, sino que además estarán contagiadas del mismo mal que presentaba la figura de Jesús”.

UNA DIFÍCIL DECISIÓN
La decisión de trasladar la imagen a Sevilla no fue fácil, aunque las condiciones en las que se encontraba Jesús Nazareno instaban a que se procediera con urgencia. “La carcoma había dañado seriamente algunas partes del cuerpo y las manos también presentaban un estado lamentable; el resto de la escultura se hallaba prácticamente en buen estado (...)”, recogía el periódico Comenzamos en su número cero de septiembre de 1991. Esa misma publicación mensual incluía lo que supuso para muchos baenenses el traslado de Jesús y cómo se produjo, el 21 de septiembre, a las 5.30 de la mañana: “Tras ser colocada cuidadosamente en su embalaje, los asistentes rezaron una oración sencilla, la misma que Cristo nos enseñó, y las lágrimas de emoción rodaron por las mejillas de cuantos allí estuvieron. Eran las cinco y media de la mañana cuando la pequeña caravana compuesta por el furgón que portaba la preciada carga y por algunos automóviles en los que viajaban los directivos y personas antes mencionadas, tomaba el camino de Sevilla; las calles de Baena seguían dormidas en el silencio y mientras los viajeros se perdían entre las curvas de la carretera, la torre de Santa María la Mayor parecía atisbar su partida por encima de los olivares...”.
La historiadora María Jesús Jáuregui, casada con el citado restaurador, advirtió del mal estado en el que se encontraba la talla en un artículo que publicó en la revista Cabildo (1993): “En lo concerniente a la restauración se ha recobrado la policromía primitiva totalmente tapada por gran cantidad de repintes que se aprecian a simple vista, pero que para mayor seguridad fue sometida a los rayos X y a la lámpara de infrarrojos. Las manos y los pies se hallaban totalmente desfigurados bajo capas de yeso y pintura, teniendo que ser reconstruidos en parte”. Pocos días después de su traslado a Sevilla, el Diario Córdoba publicaba, en su edición del 7 de octubre, la noticia que menos se esperaba cuando se decidió restaurar la imagen. Antonio Varo, especialista semanasantero del citado periódico en aquellos años, informaba de la aparición de un pequeño documento en el que se pudo interpretar quién era el autor de Jesús Nazareno. “El escultor Miguel Ángel Pérez identifica la autoría del Nazareno de Baena”, titulaba el citado diario en un breve artículo que luego se amplió en la edición dominical: “La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Baena fue realizada en los primeros años del siglo XVIII por el artista sevillano Miguel de Perea, hijo y nieto de artistas; su padre fue discípulo del imaginero tardobarroco Pedro Roldán (...). El descubrimiento ha sido realizado por el escultor Miguel Ángel Pérez Fernández, que en la actualidad está restaurando la venerada imagen en Sevilla; una pequeña inscripción conservaba en la cámara de aire de la escultura, a la altura del pecho, ha deparado el nombre del autor del Nazareno de Baena, que hasta ahora se consideraba como obra anónima”. El cronista del periódico cordobés informó el 13 de octubre de las personas que asistieron a la reunión celebrada en Córdoba para comunicar la sorprendente noticia: “A mediodía del pasado domingo (6 de octubre de 1991), el hermano mayor de la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Felipe Calderón, nos daba cuenta del hallazgo de un documento en el interior de la imagen titular de su cofradía, en el que se hacía constar el nombre del autor de dicha escultura. Se nos informó del texto del documento hallado en una reunión a la que asistieron el consiliario de la misma, Marcelino Priego Borrallo, el restaurador Miguel Ángel Pérez y la esposa de éste, la historiadora María Jesús Jáuregui, junto a varios representantes de la junta de gobierno: el alférez Demetrio López Tarifa, el secretario Antonio Calero Fernández, el mayordomo José María Casado Aranda y el historiador Manuel Horcas”.

CONTINÚA EN CANCIONERO

miércoles, 30 de noviembre de 2011



La Semana Santa de 1936

FRANCISCO EXPÓSITO. NOVIEMBRE 2011
Los dos años anteriores se habían podido celebrar desfiles procesionales en Baena, pero en 1936, tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero, no salió ninguna imagen a la calle. Como había ocurrido también en 1932 y en 1933, una de las festividades con mayor tradición en la localidad, que atraía más población y que se convertía en una fuente importante de ingresos para los comercios, se vio apagada pese al malestar que generó la decisión en muchos baenenses. La justificación oficial para que no hubiera desfiles se puede encontrar en la prensa de la época, aunque convenció a pocos. El alcalde, Manuel Priego Arrebola, indicó que no se había solicitado autorización para su celebración, aunque a nadie escapaba que detrás existían criterios políticos que habían impedido también la organización de los misereres en las semanas precedentes, como indicaba el periódico El Defensor de Córdoba, dirigido por el baenense Daniel Aguilera Camacho: “Baena. No permiten los misereres. La Alcaldía no ha autorizado los acostumbrados desfiles de las cofradías de la Semana Santa, con motivo de la celebración de los misereres que todos los años tienen lugar, por esta época, en la iglesia de San Francisco. También se ha puesto dificultad para la celebración del anual cabildo de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Según nuestras noticias el Gobernador civil de la provincia se ha mostrado, en este caso, dispuesto a que sea respetada la voluntad del pueblo creyente”.
    La situación no contentó a muchos baenenses y los empresarios reaccionaron y se quejaron al alcalde por la merma de ingresos que supondría para sus negocios: “Una numerosa comisión de comerciantes e industriales de Baena visitó al alcalde de la ciudad para protestar contra la supresión de los tradicionales misereres y rogarle, al mismo tiempo, se den facilidades para la celebración de las procesiones de Semana Santa. Los visitantes expusieron a la autoridad local el perjuicio que les irrogaría la suspensión de las procesiones”, recogería El Defensor de Córdoba.
    Quizás pensaron que se daría marcha atrás y que, finalmente, se tendría en cuenta el fervor cofrade de la mayoría de la población. La celebración más cercana, con motivo de la festividad de San José, pudo tocarse el tambor y se encendieron los típicos candelorios. El corresponsal del periódico cordobés describió ese año en qué consistía esta “costumbre tradicional”: “El día 18, víspera del día de San José, ‘se echaron las cajas a la calle’, en frase típica. Esto quiere decir que comenzaron a tocar el tambor, recorriendo en grupos o aisladamente las calles del pueblo los llamados judíos de la Semana Santa. El toque de tambores dura hasta las primeras horas de la madrugada y prosigue después en los días de las procesiones. En esta noche los judíos no llevan uniforme y también van tocando personas que pertenecen a otras hermandades o que incluso no pertenecen a ninguna. Por este motivo toda la ciudad vibra de manera enardecedora. Al mismo tiempo se encienden grandes candelorios, a base de capachos de molinos aceiteros, esteras y otras materias de desecho. Las luminarias de los candelorios y el vibrar de los tambores constituyen la nota típica de esta noche baenense de jolgorio popular”. No obstante, no hubo la animación de otros años y se negó la autorización para organizar la procesión de San José: “Pedida autorización al alcalde para celebrar la acostumbrada procesión de San José, no fue concedida. Este año se ha notado que han sido muy pocos los tambores que se han tocado por las calles, pues como no se quieren autorizar las procesiones de Semana Santa, los componentes de las hermandades no han considerado oportuno utilizar el consentimiento de la autoridad local para salir en este día, ya que estiman que la autorización debe ser completa para todos los actos de Semana Santa, sin excluir las procesiones, de las que son un anuncio el toque tradicional de los tambores. Por eso resulta un contrasentido autorizar estos y suprimir aquellas”.
    El Domingo de Ramos de 1936 era 5 de abril. En la parroquia de Santa María la Mayor se celebró una solemne fiesta religiosa con una gran concurrencia de fieles, aunque no se pudo contar con palmas, por lo que se emplearon solo ramas de olivo. El Miércoles Santo, un artículo del corresponsal de El Defensor de Córdoba explica por qué no procesionan las hermandades: “Martes Santo. Las procesiones de Semana Santa que comienzan el miércoles no salen este año. El alcalde ha dicho que no ha recibido solicitud alguna de permiso”.
    Baena no oirá los tambores durante la Semana Santa de 1936, ni verá desfilar las imágenes por sus calles. El sentimiento que ocasionó la decisión lo definió muy bien el corresponsal de El Defensor de Córdoba: “Como quiera que la Semana Santa de Baena se caracteriza por el constante sonar de los tambores, la suspensión de las procesiones de este año ha tenido como primera consecuencia un silencio callejero impresionante. No se ha oído un solo tambor, tanto en la calle como en el interior de los edificios o en las afueras de la ciudad. La animación propia de estos días ha descendido extraordinariamente, así como la visita a los Sagrarios durante la noche. La mayor concurrencia en los templos se vio a última hora de la tarde”. Sin embargo, pudieron celebrarse los cultos en las iglesias. La Juventud de Acción Católica estableció guardia para adorar al Santísimo y en la hora santa, en la parroquia de Santa María la Mayor, don Bartolomé Carrillo “pronunció un elocuente sermón”. En San Francisco se organizó un miserere que contó con una gran asistencia de personas, “la mayoría de clase popular”, y “se dieron infinidad de vivas a Jesús Nazareno”.
    El recuerdo de 1935 estaba muy presente. Entonces pudieron celebrarse las procesiones en Baena. Las crónicas de la época recogen la recuperación de los actos tras unos años de descenso de efectivos cofrades iniciado en 1929: “La procesión del miércoles y jueves santos han salido con el esplendor de siempre. Fue hermano mayor en la del miércoles don Ramón Bujalance Frías y de la del jueves don Francisco Valenzuela (...). Salió la procesión de Jesús Nazareno el Viernes Santo de madrugada, con una solemnidad que no hemos conocido. El piadoso sermón del auto sacramental en la Plaza de la Constitución, fue pronunciado por nuestro digno arcipreste don Bartolomé Carrillo Fernández. Se utilizaron altavoces. Iba de hermano mayor don José Baena Rojano. La procesión del Santo Entierro tenía de hermano mayor a don Toribio de Prado Padillo. Resultó admirable. Llevaba la procesión dos músicas: la de Montilla y la de Baena”. El recuerdo del magnífico miserere organizado por la Quinta de judíos de la cola negra en 1935 estaba muy presente: “El viernes se celebró el tradicional miserere organizado por la 5ª cuadrilla de judíos de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, en el que don José Gan Roldán, cuadrillero de la misma, demostró una vez más sus insuperables dotes de organizador, su entusiasmo y su actividad sin límites” (Nuevas, 8 de abril de 1935).

domingo, 27 de noviembre de 2011


La rivalidad del judío de Baena 

FRANCISCO EXPÓSITO. NOVIEMBRE 2011 
Baenenses del siglo XIX y del siglo XX fueron los protagonistas de una historia que ha convertido la Semana Santa en una original celebración heredera de la tradición barroca perseguida por la jerarquía eclesiástica. Sus orígenes no se pueden comprender si no se dan por hecho recuerdos o tradiciones como datos históricos que permitan superar los inicios inciertos de la figura del judío y así comenzar a andar en el decurso histórico de este peculiar personaje. Siempre partimos de las dudas, nunca de la certeza. Siempre iniciamos las disquisiciones con ideas borrosas ante la ausencia del material escrito. Sin embargo, de no ser así, la historia del judío de Baena también perdería el misterio que desde décadas ha envuelto su existencia, pero también que ha significado ruptura de tradiciones y de costumbres impuestas. Mucho se ha escrito desde el siglo XX para tratar de encontrar justificaciones a un hecho consolidado que desconoce la respuesta a dos preguntas que siempre adentran en la hipótesis de la idea: ¿por qué el judío moderno, el que conocemos hoy, sustituyó al viejo personaje burlesco que se extendía por una amplia geografía de la Semana Santa decimonónica de Andalucía? ¿por qué en Baena se consolidó y no sucedió lo mismo en el resto de los pueblos semanasanteros?
Es difícil continuar sin respuestas claras a estas preguntas, pues los hechos que sí se han podido constatar llevan a dos fechas que cierran las dudas en un periodo determinado, en un antes y un después que fija la existencia del judío antiguo y la inexistencia del judío moderno, y en otra que define al judío, al margen de divisiones entre coliblancos y colinegros, con una indumentaria que ha llegado a nuestros días, aunque el tambor, y sí la lanza, todavía no se había generalizado.
Todo lo demás son ideas que han surgido de manera prolífica durante muchas décadas, con más o menos acierto, que se han ido modificando a medida que se fueron dando por buenas unas hipótesis y se descartaron otras, que recurrieron al recuerdo de los más mayores ante la ausencia de la fuente escrita y rodearon de cierto halo de incertidumbre al concepto. Y es que ésta ha sido una de las grandes carencias con la que los investigadores de la Semana Santa de Baena se han encontrado, lo que dio lugar a muchas líneas que llegaron a la leyenda y se dieron por buenas. Por estas contradicciones que han ido apareciendo con el paso del tiempo sólo nos acercaremos al judío dejando siempre la duda en el escrito, pues toda la historia de los comienzos de esta figura puede venirse abajo con la aparición del documento que permitiera acabar con tantas dudas.
Mientras no suceda lo contrario, hablaremos de que en 1804 se descubrió un testamento en el que por primera vez se habla de la turba de judíos (de Jesús Nazareno), que en 1819 se dictaron normas del vicario Diego Henares en las que se prohibían que los judíos cubiertos con rostrillos desfilaran en la Semana Santa y, que, por lo tanto, aún no se conocía el judío moderno. En los años cuarenta del siglo XIX se constatará la existencia de varias cuadrillas de judíos en las distintas cofradías o su colocación después de los evangelistas en el Viernes Santo por la mañana, según aparece en el Sermón del Paraíso copiado por José María López Arriero en 1857. Sin embargo, habría que esperar hasta 1895 para saber cómo vestían estos nuevos judíos. Los estatutos de las cofradías del Santo Cristo de la Sangre y de la Vera Cruz hablan de que los judíos lanceros llevarán cola negra, mientras que los cuadrilleros, los abanderados y los hermanos de tambor lucirán cola blanca.
Así fueron pasando los años hasta que se consolidó el uso del tambor entre los judíos y la separación de los judíos atendiendo al color de la cola que lucían. En 1916 ya se reglamentó el toque de tambor, a través de una ordenanza municipal, para evitar trasnochados temples de las cajas sin control alguno, aunque la primera edad de oro del judío no llegaría hasta los años veinte. Entonces, iniciativas como las de José Gan, que promovió la quinta cuadrilla de la cola negra, impulsaron y reivindicaron la dignidad del judío, aunque también se produciría en esos años la disgregación definitiva entre la cola negra y la cola blanca, más por motivos personales de dirigentes cofradieros que por motivos ideológicos como se ha tratado de ver en algunas ocasiones.
El judío también sufriría las consecuencias de la dureza de la Guerra Civil, y los efectos de la emigración, aunque volvería a recuperar su fortaleza a partir de los años ochenta de la pasada centuria, cuando se produce la masificación actual que ha llevado a la existencia de varios millares de judíos en la Semana Santa de Baena. En la actualidad, la peculiaridad del judío, que ya se ha extendido a otros municipios como Luque y que también se ha expandido en la pedanía de Albendín, ha sido reconocida en congresos internacionales, publicaciones y tesis doctorales aunque todavía se han de acometer iniciativas para evitar su desvirtualización o que la iniciativa empresarial trate de asumir como propio una tradición que sólo es de los baenenses. 

UNA ANÉCDOTA
“Niño, a ver si aprendes a redoblar. Si es que eres coliblanco”, le decía un colinegro a un joven judío que lucía crin de caballo blanca en su casco militar un Miércoles Santo de finales del siglo XX. “Lo que tienes que hacer es callarte y lavar de vez en cuando la cola, que la tienes negra”, le respondió el niño coliblanco, que continuó con su incansable redoble de tambor a la imagen del Cristo de los Azotes, atribuida a José Risueño. La rivalidad que ha existido en la Semana Santa de Baena y la división de clases sociales que la festividad cuaresmal consolidó durante algunas etapas históricas ha sido analizada por sociólogos y antropólogos en las últimas décadas.
De todos es conocida la rivalidad, radical en determinados momentos, entre la cola blanca y la cola negra y la división de las cofradías atendiendo a su vinculación sentimental con una u otra. El Viernes Santo marcaría la diferenciación. La mañana quedó unida a la cola negra y la noche a la cola blanca. Los judíos coliblancos se vincularían con las procesiones del Miércoles y Jueves Santo, mientras que el Domingo de Resurrección se uniría a la cola negra. Sin embargo, las cofradías más recientes, Cristo del Perdón y Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén, se mantendrán al margen de rivalidades. La búsqueda de condicionantes ideológicos, económicos y sociales en la comentada rivalidad de la Semana Santa de Baena se ha tratado de encontrar por parte de diversos investigadores, aunque con el paso de los años se fue difuminando. Esta división tendría su apogeo en las primeras décadas del siglo XX con el intento de los dirigentes de las dos principales cofradías, las del Viernes Santo, de adquirir el mayor protagonismo social en la localidad a través de esta celebración, para lo cual no escatimaban dinero para mejorar los desfiles con la incorporación de pasos, la restauración de las imágenes o la celebración de actos cofradieros. Rafael Briones Gómez hablará de “manipulación social de la Semana Santa” andaluza al considerar que personas o grupos que gozan o buscan el poder económico, de prestigio o de clase, “intentan meterse en la Semana Santa, a través de las cofradías, para hacerse con el monopolio de su gestión y orientar ese capital y esa influencia sobre la masa, para acrecentar ese poder y prestigio propio y utilizarlo al servicio de sus intereses”. Esta situación se repetirá también en las principales semanas santas del sur de Córdoba, aunque en Baena irá unida a la cimentación de la rivalidad o división en dos mitades de la celebración. La investigadora Fuensanta Plata vinculará la Semana Santa de Baena a la estructura de dos mitades sociológicas, al igual que la jerarquización social, para hablar de “un pequeño núcleo de grandes terratenientes y un numeroso grupo de jornaleros sin tierra que cuentan solamente, en la mayoría de los casos, con los ingresos de un insuficiente subsidio de desempleo”. No obstante, Plata considera que esta división está apartada de clases sociales, etnias o profesiones, vinculándola más con una división en dos mitades simbólicas. Tratar de vincular la rivalidad colinegra y coliblanca a una división clasista resulta a estas alturas inadecuado. 
El último gran conflicto de rivalidad se produjo el Miércoles Santo de 1992. Nadie comprendía lo que sucedía cuando a la altura de la Muralla, los judíos de la cola negra comenzaron a salirse de la procesión ante el asombro de centenares de espectadores. Uno tras otro, los judíos dejaron el desfile. El espacio entre la hermandad que les precedía, la cuadrilla de sayones, y la hermandad del Cristo de los Azotes se fue incrementando. El corte fue impresionante y todo porque a un sayón se le ocurrió la idea de repetir un año más, a pesar de las advertencias, la ‘cagada’, expresión mal sonante con la que se conocía la escena que protagonizaba este curioso personaje de la Semana Santa de Baena y que desvirtuaba la seriedad de la procesión. El suceso provocó que la turba de la cola negra decidiera salirse del desfile. Ya no volvió a desfilar más la cola negra en el desfile del Jueves Santo.
Desde Manuel Piedrahita Ruiz, con su magnífico artículo de 1926, a otros investigadores y poetas de la Semana Santa, la figura del judío se ha patentizado en numerosas páginas. Podría incorporar innumerables textos para terminar, pero me quedo con un extracto de un artículo de Rafael Belmonte, titulado "El judío": "Hablaros a vosotros del "Judío", carne y sangre vuestra sería necio y absurdo. Pero yo creo que la figura del "Judío", tantas veces ensalzada, y otras, ¿por qué no decirlo?, también criticada y hasta vituperada, no haya sido quizás situada en un justo y preciso punto. Para mí, el "Judío" es el personaje que entre todos los de vuestra Semana Santa, presenta, lo que pudiéramos llamar en términos médicos, la más lógica y la más normal reacción humana ante la Pasión y Muerte de Cristo. Para mí, el "Judío" quiere expresar y de hecho lo expresa con su tambor, toda la rabia y toda la impotencia de un Pueblo cristiano, por no poder impedir o evitar la Muerte en la Cruz de su Redentor. Él hace vibrar y gritar el parche rotundo de la caja de su tambor, como avisando a los cuatro puntos cardinales de la geografía del mundo, el más horrible, el más injusto y más cruento deicidio de toda la historia de la Humanidad. Y el "Judío" que ve y comprende, que no puede impedirlo, avisa de esa forma vibrante y sonora, rompe incluso si es preciso las fuertes baquetas sobre el tambor, para ver si encuentra ayuda y comprensión para evitarlo. Y mirad si será noble y gallardo su toque y redoble que sabiendo que aquella muerte divina, lo salvará y redimirá para siempre, no duda un instante en buscar como sea y donde sea, a un alguien que con su fuerza y poder la evite. Por eso yo te admiro, anacrónico y exótico "Judío" de Baena, con tu cola blanca o con tu cola negra, con tu dorado casco y tu llamativo plumero sobre tu cabeza. Con tu roja chaqueta, donde lleva bordado como un símbolo la Cruz Redentora de Cristo. Con tu tambor cruzado por tensos y apretados chillones. Con su pañuelo de seda al cuello".

lunes, 21 de noviembre de 2011



Los inicios sindicales en Baena

FRANCISCO EXPÓSITO. NOVIEMBRE 2011
Las dificultades y penurias que sufría el trabajador durante el primer tercio del siglo XX y la absoluta dependencia de la labor agraria para conseguir el sustento fueron generando entre los baenenses un movimiento contestatario que trataba de romper con la situación, aunque la organización de este proceso estuvo marcado por grandes altibajos. No bastaba ya con procesiones o plegarias desde los púlpitos para pedir el final de la sequía o contra el hambre que se extendía entre la mayoría de los obreros. La población moría y no se tomaban medidas. La prensa cordobesa recogería en sus páginas momentos de gran dramatismo entre las clases más necesidades de la localidad. Los desfiles de pobres eran habituales. La creación del asilo de San Francisco fue una respuesta desesperada contra la desvalida situación de los mayores en 1900. En el año 1905, el 20 de mayo, apareció una de las crónicas más tristes de Baena escrita por el corresponsal de Diario de Córdoba. Todo son calamidades, a lo que se unía también las consecuencias fatales que estaba causando la gripe: “A más de las penalidades que la prolongada sequía trae consigo por la casi total pérdida de los sembrados, otra angustia aflige nuestro ánimo y es la epidemia reinante de la gripe. Son tantas las defunciones que está produciendo, que su número causa espanto, así como la rapidez con que fallecen los invadidos, pues por regla general sucumben al tercero, quinto o séptimo día de ser acometidos, y algunos casi repentinamente”.
    A la enfermedad hay que unir la dificultad para encontrar trabajo y la falta de alimentos, lo que originó revueltas populares en 1905: “En los días siguientes no se han dejado de registrar algunos sucesos desagradables, de índole distinta de los que acabo de reseñar, entre ellos dos pequeños alborotos en la plaza pública a causa de la carencia del pan, motivada por la escasez de agua, que no es la bastante para hacer andar las diversas fábricas de harinas”.A esto hay que unir también la incapacidad de los gobiernos municipales de turno, la mayoría de las veces con pocos medios económicos para responder a las demandas de la población y otras más preocupadas de conservar su posición social que de adoptar medidas que cambiaran la situación. El denostado caciquismo que perduraría durante gran parte de la primera mitad del siglo XX se define perfectamente en estos años de principios de la centuria. Uno de los periódicos más combativos de la época en Baena, quizás el único y por eso duró tan solo dos números, fue El Gladiador, que apareció el 1 de marzo de 1900. Su director, Francisco Jiménez Priego, tuvo que abandonar la localidad tras la paliza que recibió con el conocimiento de la autoridad. No nos ha llegado nada de El Gladiador, pero sí un texto publicado en El Disparo, periódico satírico que se editó en Córdoba tras las penalidades sufridas por Jiménez Priego, y que recogió en 1911 un periódico de Jaén . El número 11 de El Disparo analizaba el nepotismo de los gobernantes municipales y su incapacidad para llevar una correcta gobernanza de las cuentas públicas. En artículo titulado “Abajo el cunerismo”, denunciaba el caciquismo de los gobernantes de Baena y su mala gestión: “El distrito de Cabra, uno de los mejores de la provincia, tiene un déficit espantoso con la Diputación y la Hacienda, sobresaliendo entre todos los pueblos que lo componen el de Baena, cuyas autoridades hemos de hacer inmortales, erigiendo sobre todo una estatua al señor Alcalá Buelga, cuya gestión administrativa en aquel Ayuntamiento hará época en los anales de la historia del pueblo baenense (...). BAENA, este pueblo cuyas autoridades son dignas de ocupar otro puesto, no el que tienen, deben (asómbrense ustedes) a la Diputación provincial, 341.367 pesetas, a la Hacienda por el concepto de consumos 226.726,91 pesetas atrasos que comprenden desde los años 94 a 95, encontrándose al descubierto en el corriente ejercicio en la insignificante cantidad de 18.551,20. El total que estas sumas arrojan es considerable y no acertamos a comprender cómo no se ha incoado expediente y no se han confiscado los bienes de tan celosos administradores (...). Hora es ya de que se emancipen y arrojen del distrito a quienes nada le deben, pues de continuar de esta forma lograrán su total ruina y se verán cada día mas hollados sus derechos por despreciables caciques”. En una situación insostenible como la descrita estaba abonado el terreno para que surgiera el movimiento sindical en la localidad, aunque el control de la población, ya fuera por la necesidad de trabajo o por la escasa formación de la mayoría, provocó que las inquietudes obreras tardaran en organizarse en Baena.
    En los inicios de la pasada centuria comenzaron a surgir colectivos que reaccionaban ante las desigualdades sociales que se mantenían desde hacía siglos. La primera de las asociaciones campesinas que se creó fue la cooperativa la Unión del Trabajo de Baena, que surgió en febrero de 1903, aunque tendría una corta existencia pues a finales de 1904 ya no estaba en funcionamiento. En esas fechas nació también El Fomento del Trabajo de Baena, constituida en mayo de 1903, en pleno movimiento contestatario de los campesinos. Impulsada por laicos, se inspiraban en los principios de la encíclica Rerum novarum, aunque tuvo una escasa pervivencia al estar integrada por obreros y patronos. Estos últimos pretendían contrarrestar la reacción de los campesinos con su adhesión al colectivo. En aquellos momentos era habitual que cuando surgía alguna acción represiva contra las asociaciones desaparecieran o acabaran con una escasa actividad como consecuencia de la débil consistencia del movimiento obrero. En abril de 1903 el alcalde de Baena, como hicieron otros de Cabra, Posadas o Montoro, abortaron huelgas de campesinos al emplear a los parados que acudían a los ayuntamientos en demanda de trabajo.
(CONTINÚA EN PERIÓDICO CANCIONERO).

viernes, 4 de noviembre de 2011


La crisis del cooperativismo textil

El cierre de Scafa, que declaró su insolvencia en
el mes de septiembre, ha supuesto el final de la
primera gran cooperativa textil de Baena. En
sus años de mayor actividad llegaron a trabajar
más de cuatrocientas personas.

FRANCISCO EXPÓSITO. NOVIEMBRE 2011
Hace 45 años surgía la Sociedad Cooperativa Artesana de Familias Agrícolas (Scafa). Eran momentos en los que Baena continuaba su despoblamiento por la escasa actividad económica y la excesiva dependencia de la agricultura. Un cura nacido en Hinojosa del Duque se convirtió en el artífice del desarrollo industrial de la localidad. Este sorprendente emprendedor era Salvador Muñoz, entonces párroco de Nuestra Señora de Guadalupe y después de San Bartolomé, que se rebeló contra la incapacidad de las autoridades locales y de los dirigentes sociales de la época para responder a las necesidades de la población más humilde y crear la primera cooperativa textil de Baena. El artículo 2 de los estatutos fundacionales, redactados en 1966, era una auténtica declaración de intenciones, ya que la cooperativa buscaba “la elevación del nivel de vida de las familias de obreros agrícolas, fomentando ordenadamente el trabajo en la agricultura y contrarrestando la excesiva emigración de los medios rurales y, en definitiva, aumentar sus ingresos mediante la promoción artesana”. El éxito de la iniciativa le llevó en junio de 1976 a impulsar una segunda cooperativa, llamada Scoinc. La demanda de trabajo no se reducía en la localidad. El éxito del proyecto encontró pronto un mercado creciente para abastecer en la producción a otras empresas de Córdoba y de otras provincias. Así nació el cooperativismo textil en la localidad, con las dos empresas sociales más importantes del municipio, y que llegaron a emplear a más de 400 trabajadores cada una.
Décadas después, a finales de los años ochenta y principios de los noventa, surgieron otras iniciativas textiles que se concentraron en la elaboración de camisas o pantalones a bajo precio, sustentadas en la mayoría de los casos en una economía sumergida al basarse en pequeños talleres o trabajo doméstico de muchas mujeres que no tenían vinculación laboral con la empresa que les suministraba el tejido o el producto sin terminar. Bastaba una simple cochera de una vivienda para que se implantara un taller. Así fue como camisas y pantalones elaborados en Baena se vendieron en numerosas provincias españolas y en la mayoría de los municipios de Córdoba. Aparecieron empresarios como Antonio Jurado y otros emprendedores que consiguieron incrementar rápidamente sus ingresos. Hoy, dos décadas después, los pequeños talleres de camisas y pantalones han desaparecido. Los bajos sueldos que se abonaban a las trabajadoras, porque la mayoría eran mujeres, permitieron competir durante un tiempo hasta que se liberalizaron los mercados y eliminaron aranceles. El propio Jurado se dio cuenta de que era más económico importar de Asia la mercancía que hacerla en Baena. Miles de camisas llegaban todas las semanas a Baena, que luego se ponían en el mercado en tiendas y en los mercadillos de muchos municipios. Ese fue el principio de la crisis del textil en Baena. Lejos de impulsar marcas propias y potenciar la comercialización, el sector comenzó a asumir que era más rentable importar el producto fabricado que elaborarlo.
En una entrevista publicada por el diario Córdoba en febrero de 2004, Antonio Jurado hablaba de los cambios que se habían producido en el textil baenense: “Aquel negocio (la confección de camisas en la localidad) funcionaba bien cuando se fabricaba aquí en España. Nosotros siempre hemos trabajado una camisa más bien económica, asequible para todo el público. Pero cuando llegaron las importaciones cayó la actividad y tuvimos que buscar otra estrategia de venta y empezamos con las tiendas de venta al público, donde ya se venden todo tipo de prendas”. Era el comienzo de la franquicia Hipertextil al Costo, que creó en julio de 1994.
Pero, ¿qué ocurrió con las cooperativas? El factor del bajo coste laboral, ya que los sueldos eran reducidos al integrarse los trabajadores como socios de las cooperativas, permitió subsistir durante varias décadas a las dos empresas, aunque fueron numerosas las cooperativistas que abandonaron las entidades. Incluso, a mediados de la pasada década, asfixiadas por las deudas, consiguieron reducirlas, temporalmente, con operaciones urbanísticas que les permitieron vender los céntricos terrenos en los que se encontraban y trasladarse a uno de los polígonos industriales de la localidad. Ese respiro económico fue temporal y los problemas volvieron pronto.
El tejido industrial del textil pasa complicados momentos en la actualidad. Atrás quedó el proyecto frustrado de impulsar el centro tecnológico del textil, que finalmente se ubicó con una única sede en Priego, planes de viabilidad que no dieron los resultados esperados, apareció alguna empresa fantasma que, subvencionada por fondos europeos, desapareció pronto, hubo regulaciones de empleo y, en este año 2011, se declaraba la insolvencia de Scafa, mientras Scoinc trata de reestructurar su situación ante las dificultades del mercado.

El primer textil del siglo XX
La historia empresarial del textil baenense se remonta a los últimos cincuenta años, aunque hay un antecedente importante en el primer tercio de la centuria. Antes es imposible rastrear cualquier iniciativa que se pueda considerar empresarial en la localidad. La Guía General de Córdoba y su Provincia de 1906 no habla de esta industria en Baena cuando se refiere a su riqueza económica: “Los negocios más importantes son el cultivo del olivo y los cereales, que se exportan a la provincia”. Solo se recogen algunos establecimientos que se dedican al comercio de tejidos como los de los Hermanos Casado (calle Moral), González Calero Onieva (Llana), José de las Heras (Alfonso XII), Iriondo y Moreno (Llana), Ángel López (Llana), Hermanos Pérez (Calzada) y Federico Tutau Cubero (Galana). No hay más. Unas décadas después, en el libro de matrícula industrial de 1931, aparecía entre las empresas de la localidad la industria de géneros de punto de José Casado Martínez, que vendía sus prendas a ciudades como Madrid y Barcelona y era de las empresas que generaba más empleo en la época. Su fama, como se recogía en alguna publicación local, llegaba lejos de Baena. La revista Baena y sus fiestas, con motivo de la feria de 1931, hacía una pequeña descripción de la misma y de su importancia: “Nuestro buen amigo Pepe Casado cambió la poesía de la juventud por la prosa de la vida. ¡Ya no hace versos! En vez de encargarle unas coplillas, pasarle mejor una nota de chalecos de fantasía, de jerseys coquetones o aunque sea de vulgares camisetas. Él ha montado una fábrica de punto, donde da colocación a muchas nenas. Tiene unas magníficas galerías de telares donde laboran las huríes del señor Mahoma. Aquello es un paraíso, pero un paraíso que mete mucho ruido. Por el ruido más bien parece un infierno. Es una industria montada a la última. Revela su genio organizador y dice bien de nuestra ciudad tan reacia a estas innovaciones industriales. Pero nuestro buen amigo don José Casado Martínez, dueño de esta importantísima manufactura, tiene un defectillo. ¡Quién no los tiene! Y es que se da mucha importancia... como fabricante se entiende. Es natural. El hombre tiene vendida la producción toda y si queréis comprarle algo hay que guardar cola. Es lo que él se dirá. ¡Suerte que tie uno!”.
En ese año existían ocho tiendas de comercio de tejidos y venta de camas metálicas. La fábrica de José Casado Martínez es el principal antecedente del textil baenense que impulsó Salvador Muñoz en los años sesenta con la creación de la Scafa. El proyecto empresarial de José Casado Martínez no sobrevivió. Habría que esperar tres décadas para que resurgiera el textil en Baena. Entonces se creó la cooperativa Scafa, que surgió el 22 de septiembre de 1966 en unos años en los que emigraban decenas de personas cada año. Era la primera gran empresa social que surgía en Baena. Veinte cooperativistas, entre los que había solo tres hombres, emprendían una desconocida esperiencia laboral. Su trabajo constante, la calidad de los productos elaborados y la competitividad consolidaron pronto a Scafa, lo que llevó a Salvador Muñoz a impulsar Scoinc en 1976 o, incluso, a tratar de crear otra cooperativa para el paro masculino en Baena que, finalmente, no cuajó.

martes, 13 de septiembre de 2011




El aceite de oliva y las enseñanzas de la Córdoba califal

FRANCISCO EXPÓSITO.
El riesgo de morir por un proceso coronario es tres o cuatro veces inferior en nuestro país al que tienen los países anglosajones. Esta afirmación del doctor Francisco Pérez Jiménez la relaciona con la dieta mediterránea, rica en aceite de oliva, capaz de reducir el colesterol LDL (malo) y aumentar el HDL (bueno), controlar la diabetes y facilitar una mayor resistencia a la oxidación en las lipoproteínas plasmáticas. Lo que es cada vez más aceptado por la comunidad médica tiene sus precedentes en las investigaciones de los científicos de la Córdoba califal hace diez siglos. “Todas las enfermedades que sufre el hombre, o al menos la gran mayoría, son consecuencia de una alimentación deficiente o desmesurada”. Son palabras de Maimónides, médico cordobés que en el siglo XII recomendó en su testamento a sus hijos que aborrecieran los alimentos perjudiciales “como aborrece una persona a quien quiere asesinarla”. La fama de científicos como Maimónides, Averroes o Abulcasis se extendió rápidamente, lo que hizo que a Córdoba, centro de la medicina europea, vinieran caudillos y nobles de otros reinos. Abulcasis escribió entonces: “Los mejores aceites son aquellos que tienen un aroma, un perfume y un gusto agradable y están exentos de acritud y acidez”. El consumo de aceite de oliva se popularizó, precisamente, a partir de la civilización musulmana. Hasta entonces era un artículo de lujo que sólo estaba al alcance de mesas privilegiadas. Entre los siglos XI y XIV se extendió el desarrollo tecnológico agrícola y mejoraron las técnicas de producción de aceite de oliva. “Andalucía, plantada de olivos siempre verdes y tan espesos que sus ramas están entrelazadas de modo que el sol apenas puede filtrar sus rayos a través de ellas”, señalaba Ibn Galib en el siglo XII.
Los valores nutricionales del aceite de oliva fueron avanzados por los médicos califales, algunos de los cuales se han demostrado en los últimos años. Averroes, en su ‘Tratado Universal de la Medicina’, aseguraba que “cuando el aceite procede de aceitunas maduras y sanas y sus propiedades no han sido alteradas artificialmente, puede ser asimilado perfectamente por la constitución humana”. Incluso, Averroes consideró que dos personas que lleven una vida sana pareja en todos sus hábitos no implica que las dos estén sanas, sino que es posible que una de ellas esté enferma y muera. Según Pérez Jiménez se ha constatado recientemente que los genes predisponen que con una misma dieta distintas personas modifiquen su tasa de colesterol.
Maimónides advirtió también de los males de una alimentación rica en grasa animal: “Las grasas de las entrañas de los animales son demasiadas nutritivas y producen una sangre fría y espesa”. “Hoy conocemos –dice Pérez Jiménez- que la sangre espesa es sinónimo de viscosidad, de mayor contenido graso y una mayor tendencia a coagular y formar trombosis vascular”.
Los efectos dilatadores en las arterias que provoca el aceite de oliva, descubiertos hace pocos años, fueron ya anunciados por Abulcasis en el siglo X: “Las potencias del aceite de laurel –en cuya composición entra el aceite de oliva- son el que da calor y suavidad, abre la boca de los vasos y relaja los órganos”.

martes, 6 de septiembre de 2011



Iglesia de Santa María la Mayor, tras la guerra civil.
El colapso de la cultura en Baena

FRANCISCO EXPÓSITO
La Guerra Civil no sólo hay que analizarla por sus efectos dramáticos en las personas, sino también por las consecuencias que originó el golpe de estado militar en el patrimonio cultural y religioso de Baena. Todavía se ha estudiado muy poco sobre los efectos del levantamiento en la cultura baenense, pese a que pudo tener una influencia equiparable a las consecuencias de la expulsión de los judíos y los moriscos en el siglo XV y XVII. Baena se encontraba durante la II República en el periodo de mayor población de su historia, aunque las diferencias sociales eran significativas. El movimiento cultural era importante si se tiene en cuenta la proliferación de periódicos que aparecieron entre 1931 y 1936, el funcionamiento de dos teatros o la influencia en intelectuales de la talla de Fernando Vázquez Ocaña, el carpintero que llegó a ser portavoz del Gobierno de España; pero también otros como el economista y periodista Antonio Bermúdez Cañete, promotor del homenaje a Amador de los Ríos y colaborador en la creación del Ateneo de Baena; Daniel Aguilera Camacho, propietario y director de El Defensor de Córdoba; Manuel Piedrahita Ruiz o Antonio de los Ríos. Todos sufrieron las consecuencias de la guerra civil y dos de ellos fueron asesinados, mientras que Vázquez Ocaña tuvo que exiliarse, Daniel Aguilera dejó de publicar El Defensor de Córdoba y Antonio de los Ríos se marchó de Baena y se apagaron sus inquietudes culturales y políticas. Todas las iglesias, salvo la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, se vieron afectadas por el conflicto. El impacto en la Semana Santa tampoco fue menor, ya que suspendió procesiones durante varios años de la II República y sufrió la pérdida de algunos de sus principales dirigentes o desaparecieron algunas imágenes religiosas de gran valor del siglo XVIII. La Semana Santa perdió a algunos de sus principales dirigentes. El patrimonio imaginero acusó una gran destrucción, sobre todo en la cofradía del Jueves Santo, pero también con los daños que sufrieron iglesias como las de Madre de Dios, Santa María la Mayor, Espíritu Santo, Santa Marina y San Bartolomé. Desaparecieron las imágenes de la Virgen de las Angustias (San Bartolomé), Jesús del Prendimiento, Cristo de la Humildad, San Pedro y Virgen de los Dolores (Santa Marina). Jesús Nazareno no sufrió ningún daño, aunque se hicieron once disparos al camarín. Los cultos externos se suspendieron durante los años 1932, 1933, 1936 y 1937 y en 1935 sólo salieron algunas procesiones.
    El alzamiento nacional supuso una ruptura con la cultura durante varias décadas. Hasta la creación de la asociación de los Amigos del Arte, una isla entre tanto silencio obligado, fueron escasas las propuestas culturales. Todo el movimiento societario desapareció con el golpe de estado. Durante la segunda república las dos principales sociedades eran el Casino de Baena y el Ateneo Popular. Esta último había surgido para impulsar la cultura entre la clase obrera. En Baena también existía otra asociación, el Centro Obrero, con locales para celebrar reuniones. Otras organizaciones surgidas fueron el Casino Republicano Radical Socialista (julio de 1931), la Sociedad de Obreros Agrícolas, la Sociedad de Albañiles y Similares o la Sociedad de Obreros Panaderos, entre otras. También funcionaba La Peña, sociedad recreativa que en agosto de 1931 nombró administrador único a José Gan Roldán y durante la II República también tenían actividad la Sociedad Lebrato o el Club Galguero. También hay que destacar la actividad de la Agrupación Artística Talía, dirigida por Ramón de Prado Santaella, víctima también de la lamentable represión del asilo.
En Baena sólo había escuelas nacionales en los primeros años republicanos, aunque existían buenos maestros que impartían, fuera de su horario lectivo, clases de segunda enseñanza a algunos alumnos. Entre estos se encontraba Manuel Rodríguez Zamora, padre de José Javier Rodríguez Alcaide. En 1935 se creó la academia de Nuestra Señora de Guadalupe, ubicada inicialmente en la calle Amador de los Ríos y después en Mesones, 12. Su director era Francisco Eguílaz Castillejo. La entidad realizó una gran labor, aunque su actividad fuera breve por el golpe militar.
    En estos años había dos teatros. El Teatro Liceo, que desapareció en 1933, fue derribado “por razones de salubridad y por atentar, con su fealdad, a uno de los lugares céntricos de la población”. En la calle Alta, número 11, se encontraba el Teatro Principal. Además, hay que unir el Cinema Cervantes. En 1932 Baena tenía plaza de toros, situada en la Cruz del Segador, donde se ubica el silo de trigo, hoy almacén municipal. Incluso, había una escuela taurina dirigida por Manuel García, Esparterito.
    A partir de 1933 se crea la biblioteca municipal, bajo el mandato de Antonio de los Ríos Urbano. Una persona cedió al ayuntamiento 1.400 ejemplares a cambio de que se nombrara como director a la persona que él indicara. El Ayuntamiento aceptó el ofrecimiento y la sociedad dispuso de biblioteca desde entonces. Se ubicó en un inmueble contiguo al casino, en lo que hoy es la entrada del Teatro Liceo, aunque los malos olores que llegaban de la plaza de abastos provocaban el descontento de los que acudían. También había banda municipal de música, dirigida por Marino Díaz Díaz.

Las pérdidas en el patrimonio religioso
La mayoría de los daños que sufrió el patrimonio religioso baenense se registraron en los diez días posteriores al golpe de estado militar. Salvo la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, todas se vieron afectadas en los días sucesivos al 18 de julio. La memoria de los trabajos efectuados por la Subcomisión de la Junta conservadora del Tesoro Artístico y por la Junta de Cultura Histórica y del Tesoro Artístico de Córdoba entre el 7 septiembre de 1936 y el 23 abril de 1938 analiza las consecuencias de la guerra en el patrimonio religioso baenense.
    La iglesia del hospital de Jesús Nazareno fue incendiada el 28 de julio y quedó casi totalmente destruida. Desapareció el retablo gótico y las imágenes de Jesús Nazareno, San José y la Milagrosa, del altar mayor; la de Nuestra Señora del Carmen, de vestir; con su altar; las de la Virgen de los Dolores, Jesús del Prendimiento, San Juan, San Pedro y Jesús de la Humildad y la de San Vicente de Paúl, también con su altar y retablo.
    El convento de Madre de Dios fue incendiado el 24 de julio, viéndose muy afectado por las llamas. La iglesia fue la zona que se vio menos perjudicada, ya que se conservó “su artesonado, la sillería, el facistol, un retablo, un Cristo Crucificado en talla y hasta catorce pinturas en lienzo. En el presbiterio se conservan la mesa de altar y el manifestador, éste destrozado, y su espléndido retablo cuyas cinco divisiones o paños comprenden un total de sesenta y cinco cuadros: 3 pintados en tabla, 46 en cobre y 16 en lienzo, de ellos dos grandes atribuidos a Bassano”.
    La parroquia de Santa María la Mayor fue incendiada el 23 de julio. La iglesia quedó casi devastada. Entre las pérdidas se encontraba un magnífico retablo atribuido a Alonso de Berruguete, que se encontraba en la capilla de los Santos Varones. Desaparecieron también todos los libros sacramentales y documentos de su archivo y los retratos de los Duques, que fueron realizados por Goya. El informe es completado por Antonio Ramos Asensio, que destaca la pérdida de los retratos de los Duques, pero también los daños sufridos por la Virgen de la Antigua. “A nuestro juicio la pieza más interesante de cuanto se conservaba en Baena es Virgen de piedra, que ha sido atrozmente golpeada, pero que por fortuna puede reconstruirse. Es posiblemente la primera titular de esta parroquia, y su época hacia la mitad del siglo 14. No se encuentran ni las cenizas de lo que fue la buena sillería del coro con sus 25 sitiales y su gran órgano todo en nogal que aunque terminado hacia 1780 era de un barroco anterior”.
    La parroquia de San Bartolomé sufrió las consecuencias del fuego entre el 22 y el 23 de julio. Casi todos sus altares fueron destrozados, junto a retablos e imágenes. La imagen de San Bartolomé, que se encontraba en el altar mayor, fue quemada. También ardieron el altar, retablo e imagen de San Antonio, el altar de San Juan Bautista, otro altar, sobre cuyo incendiado retablo hay un busto de San Antonio en relieve; y el altar y retablo de la capilla de Santa Ana, constituido éste por un lienzo, en parte destrozado, que representa a Santa Ana y San Joaquín. “En la nave del Evangelio se conserva el altar y el retablo, sin imágenes, de la capilla de San Juan Bautista y San Lorenzo; ha sido destrozado el altar; retablo e imagen de la Virgen de las Angustias; también han sido destruidos uno de los retablos y las imágenes de la Purísima, Corazón de Jesús y San José de los tres altares que existen en la capilla del Sagrario; y de la del Bautismo, un retablo con las de Cristo en la cruz, la Virgen y san Juan, conservándose otro con la escultura de la Asunción, que tiene destrozados el rostro y las manos, y un tríptico en tabla sobre la pila bautismal. La sillería del coro fue también destruida por el fuego. Se han salvado el órgano, tres buenas pinturas en tabla, que hoy se custodian en el Ayuntamiento, y gran número de cuadros en lienzo pendientes de los muros de la iglesia y de la sacristía. Esta quedó totalmente arruinada, y los libros y documentos de su Archivo fueron asimismo pasto de las llamas”.
    También ardió el colegio del Espíritu Santo, quedando sólo las paredes de su iglesia, un templo que se creó sobre el año 1670, con abundantes yesos barrocos. Además, desaparecieron 4 altares barrocos y algunas esculturas de fines del siglo XVII.

El periodismo baenense en la Segunda República
Hasta siete periódicos se publicarán entre 1930 y 1936, llegando a coincidir tres (La Defensa, Todos y Hoy) en 1931. Se puede hablar de que el periodo republicano es la edad de oro de la prensa en Baena, aunque estuviera sometida durante la Segunda República al control de la censura y esto provocara retrasos en la salida de los ejemplares en algunas ocasiones. Junto al número de ejemplares hay que unir también la importancia que adquirieron algunos periodistas baenenses no solo en la prensa local, sino también en la provincial y nacional. Mientras que Antonio de los Ríos, director La Defensa, llegó a ser alcalde de la localidad y corresponsal de varios periódicos provinciales, Daniel Aguilera Camacho fue el director y propietario de El Defensor de Córdoba. A estos hay que unir también Manuel Piedrahita Ruiz, director en varios medios provinciales y del local Nuevas. Sin duda, los dos profesionales más destacados del periodo y de la historia del periodismo local (al que hay que unir ahora Manuel Piedrahita Toro) son Fernando Vázquez Ocaña y Antonio Bermúdez Cañete.