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martes, 13 de septiembre de 2011




El aceite de oliva y las enseñanzas de la Córdoba califal

FRANCISCO EXPÓSITO.
El riesgo de morir por un proceso coronario es tres o cuatro veces inferior en nuestro país al que tienen los países anglosajones. Esta afirmación del doctor Francisco Pérez Jiménez la relaciona con la dieta mediterránea, rica en aceite de oliva, capaz de reducir el colesterol LDL (malo) y aumentar el HDL (bueno), controlar la diabetes y facilitar una mayor resistencia a la oxidación en las lipoproteínas plasmáticas. Lo que es cada vez más aceptado por la comunidad médica tiene sus precedentes en las investigaciones de los científicos de la Córdoba califal hace diez siglos. “Todas las enfermedades que sufre el hombre, o al menos la gran mayoría, son consecuencia de una alimentación deficiente o desmesurada”. Son palabras de Maimónides, médico cordobés que en el siglo XII recomendó en su testamento a sus hijos que aborrecieran los alimentos perjudiciales “como aborrece una persona a quien quiere asesinarla”. La fama de científicos como Maimónides, Averroes o Abulcasis se extendió rápidamente, lo que hizo que a Córdoba, centro de la medicina europea, vinieran caudillos y nobles de otros reinos. Abulcasis escribió entonces: “Los mejores aceites son aquellos que tienen un aroma, un perfume y un gusto agradable y están exentos de acritud y acidez”. El consumo de aceite de oliva se popularizó, precisamente, a partir de la civilización musulmana. Hasta entonces era un artículo de lujo que sólo estaba al alcance de mesas privilegiadas. Entre los siglos XI y XIV se extendió el desarrollo tecnológico agrícola y mejoraron las técnicas de producción de aceite de oliva. “Andalucía, plantada de olivos siempre verdes y tan espesos que sus ramas están entrelazadas de modo que el sol apenas puede filtrar sus rayos a través de ellas”, señalaba Ibn Galib en el siglo XII.
Los valores nutricionales del aceite de oliva fueron avanzados por los médicos califales, algunos de los cuales se han demostrado en los últimos años. Averroes, en su ‘Tratado Universal de la Medicina’, aseguraba que “cuando el aceite procede de aceitunas maduras y sanas y sus propiedades no han sido alteradas artificialmente, puede ser asimilado perfectamente por la constitución humana”. Incluso, Averroes consideró que dos personas que lleven una vida sana pareja en todos sus hábitos no implica que las dos estén sanas, sino que es posible que una de ellas esté enferma y muera. Según Pérez Jiménez se ha constatado recientemente que los genes predisponen que con una misma dieta distintas personas modifiquen su tasa de colesterol.
Maimónides advirtió también de los males de una alimentación rica en grasa animal: “Las grasas de las entrañas de los animales son demasiadas nutritivas y producen una sangre fría y espesa”. “Hoy conocemos –dice Pérez Jiménez- que la sangre espesa es sinónimo de viscosidad, de mayor contenido graso y una mayor tendencia a coagular y formar trombosis vascular”.
Los efectos dilatadores en las arterias que provoca el aceite de oliva, descubiertos hace pocos años, fueron ya anunciados por Abulcasis en el siglo X: “Las potencias del aceite de laurel –en cuya composición entra el aceite de oliva- son el que da calor y suavidad, abre la boca de los vasos y relaja los órganos”.

martes, 6 de septiembre de 2011



Iglesia de Santa María la Mayor, tras la guerra civil.
El colapso de la cultura en Baena

FRANCISCO EXPÓSITO
La Guerra Civil no sólo hay que analizarla por sus efectos dramáticos en las personas, sino también por las consecuencias que originó el golpe de estado militar en el patrimonio cultural y religioso de Baena. Todavía se ha estudiado muy poco sobre los efectos del levantamiento en la cultura baenense, pese a que pudo tener una influencia equiparable a las consecuencias de la expulsión de los judíos y los moriscos en el siglo XV y XVII. Baena se encontraba durante la II República en el periodo de mayor población de su historia, aunque las diferencias sociales eran significativas. El movimiento cultural era importante si se tiene en cuenta la proliferación de periódicos que aparecieron entre 1931 y 1936, el funcionamiento de dos teatros o la influencia en intelectuales de la talla de Fernando Vázquez Ocaña, el carpintero que llegó a ser portavoz del Gobierno de España; pero también otros como el economista y periodista Antonio Bermúdez Cañete, promotor del homenaje a Amador de los Ríos y colaborador en la creación del Ateneo de Baena; Daniel Aguilera Camacho, propietario y director de El Defensor de Córdoba; Manuel Piedrahita Ruiz o Antonio de los Ríos. Todos sufrieron las consecuencias de la guerra civil y dos de ellos fueron asesinados, mientras que Vázquez Ocaña tuvo que exiliarse, Daniel Aguilera dejó de publicar El Defensor de Córdoba y Antonio de los Ríos se marchó de Baena y se apagaron sus inquietudes culturales y políticas. Todas las iglesias, salvo la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, se vieron afectadas por el conflicto. El impacto en la Semana Santa tampoco fue menor, ya que suspendió procesiones durante varios años de la II República y sufrió la pérdida de algunos de sus principales dirigentes o desaparecieron algunas imágenes religiosas de gran valor del siglo XVIII. La Semana Santa perdió a algunos de sus principales dirigentes. El patrimonio imaginero acusó una gran destrucción, sobre todo en la cofradía del Jueves Santo, pero también con los daños que sufrieron iglesias como las de Madre de Dios, Santa María la Mayor, Espíritu Santo, Santa Marina y San Bartolomé. Desaparecieron las imágenes de la Virgen de las Angustias (San Bartolomé), Jesús del Prendimiento, Cristo de la Humildad, San Pedro y Virgen de los Dolores (Santa Marina). Jesús Nazareno no sufrió ningún daño, aunque se hicieron once disparos al camarín. Los cultos externos se suspendieron durante los años 1932, 1933, 1936 y 1937 y en 1935 sólo salieron algunas procesiones.
    El alzamiento nacional supuso una ruptura con la cultura durante varias décadas. Hasta la creación de la asociación de los Amigos del Arte, una isla entre tanto silencio obligado, fueron escasas las propuestas culturales. Todo el movimiento societario desapareció con el golpe de estado. Durante la segunda república las dos principales sociedades eran el Casino de Baena y el Ateneo Popular. Esta último había surgido para impulsar la cultura entre la clase obrera. En Baena también existía otra asociación, el Centro Obrero, con locales para celebrar reuniones. Otras organizaciones surgidas fueron el Casino Republicano Radical Socialista (julio de 1931), la Sociedad de Obreros Agrícolas, la Sociedad de Albañiles y Similares o la Sociedad de Obreros Panaderos, entre otras. También funcionaba La Peña, sociedad recreativa que en agosto de 1931 nombró administrador único a José Gan Roldán y durante la II República también tenían actividad la Sociedad Lebrato o el Club Galguero. También hay que destacar la actividad de la Agrupación Artística Talía, dirigida por Ramón de Prado Santaella, víctima también de la lamentable represión del asilo.
En Baena sólo había escuelas nacionales en los primeros años republicanos, aunque existían buenos maestros que impartían, fuera de su horario lectivo, clases de segunda enseñanza a algunos alumnos. Entre estos se encontraba Manuel Rodríguez Zamora, padre de José Javier Rodríguez Alcaide. En 1935 se creó la academia de Nuestra Señora de Guadalupe, ubicada inicialmente en la calle Amador de los Ríos y después en Mesones, 12. Su director era Francisco Eguílaz Castillejo. La entidad realizó una gran labor, aunque su actividad fuera breve por el golpe militar.
    En estos años había dos teatros. El Teatro Liceo, que desapareció en 1933, fue derribado “por razones de salubridad y por atentar, con su fealdad, a uno de los lugares céntricos de la población”. En la calle Alta, número 11, se encontraba el Teatro Principal. Además, hay que unir el Cinema Cervantes. En 1932 Baena tenía plaza de toros, situada en la Cruz del Segador, donde se ubica el silo de trigo, hoy almacén municipal. Incluso, había una escuela taurina dirigida por Manuel García, Esparterito.
    A partir de 1933 se crea la biblioteca municipal, bajo el mandato de Antonio de los Ríos Urbano. Una persona cedió al ayuntamiento 1.400 ejemplares a cambio de que se nombrara como director a la persona que él indicara. El Ayuntamiento aceptó el ofrecimiento y la sociedad dispuso de biblioteca desde entonces. Se ubicó en un inmueble contiguo al casino, en lo que hoy es la entrada del Teatro Liceo, aunque los malos olores que llegaban de la plaza de abastos provocaban el descontento de los que acudían. También había banda municipal de música, dirigida por Marino Díaz Díaz.

Las pérdidas en el patrimonio religioso
La mayoría de los daños que sufrió el patrimonio religioso baenense se registraron en los diez días posteriores al golpe de estado militar. Salvo la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, todas se vieron afectadas en los días sucesivos al 18 de julio. La memoria de los trabajos efectuados por la Subcomisión de la Junta conservadora del Tesoro Artístico y por la Junta de Cultura Histórica y del Tesoro Artístico de Córdoba entre el 7 septiembre de 1936 y el 23 abril de 1938 analiza las consecuencias de la guerra en el patrimonio religioso baenense.
    La iglesia del hospital de Jesús Nazareno fue incendiada el 28 de julio y quedó casi totalmente destruida. Desapareció el retablo gótico y las imágenes de Jesús Nazareno, San José y la Milagrosa, del altar mayor; la de Nuestra Señora del Carmen, de vestir; con su altar; las de la Virgen de los Dolores, Jesús del Prendimiento, San Juan, San Pedro y Jesús de la Humildad y la de San Vicente de Paúl, también con su altar y retablo.
    El convento de Madre de Dios fue incendiado el 24 de julio, viéndose muy afectado por las llamas. La iglesia fue la zona que se vio menos perjudicada, ya que se conservó “su artesonado, la sillería, el facistol, un retablo, un Cristo Crucificado en talla y hasta catorce pinturas en lienzo. En el presbiterio se conservan la mesa de altar y el manifestador, éste destrozado, y su espléndido retablo cuyas cinco divisiones o paños comprenden un total de sesenta y cinco cuadros: 3 pintados en tabla, 46 en cobre y 16 en lienzo, de ellos dos grandes atribuidos a Bassano”.
    La parroquia de Santa María la Mayor fue incendiada el 23 de julio. La iglesia quedó casi devastada. Entre las pérdidas se encontraba un magnífico retablo atribuido a Alonso de Berruguete, que se encontraba en la capilla de los Santos Varones. Desaparecieron también todos los libros sacramentales y documentos de su archivo y los retratos de los Duques, que fueron realizados por Goya. El informe es completado por Antonio Ramos Asensio, que destaca la pérdida de los retratos de los Duques, pero también los daños sufridos por la Virgen de la Antigua. “A nuestro juicio la pieza más interesante de cuanto se conservaba en Baena es Virgen de piedra, que ha sido atrozmente golpeada, pero que por fortuna puede reconstruirse. Es posiblemente la primera titular de esta parroquia, y su época hacia la mitad del siglo 14. No se encuentran ni las cenizas de lo que fue la buena sillería del coro con sus 25 sitiales y su gran órgano todo en nogal que aunque terminado hacia 1780 era de un barroco anterior”.
    La parroquia de San Bartolomé sufrió las consecuencias del fuego entre el 22 y el 23 de julio. Casi todos sus altares fueron destrozados, junto a retablos e imágenes. La imagen de San Bartolomé, que se encontraba en el altar mayor, fue quemada. También ardieron el altar, retablo e imagen de San Antonio, el altar de San Juan Bautista, otro altar, sobre cuyo incendiado retablo hay un busto de San Antonio en relieve; y el altar y retablo de la capilla de Santa Ana, constituido éste por un lienzo, en parte destrozado, que representa a Santa Ana y San Joaquín. “En la nave del Evangelio se conserva el altar y el retablo, sin imágenes, de la capilla de San Juan Bautista y San Lorenzo; ha sido destrozado el altar; retablo e imagen de la Virgen de las Angustias; también han sido destruidos uno de los retablos y las imágenes de la Purísima, Corazón de Jesús y San José de los tres altares que existen en la capilla del Sagrario; y de la del Bautismo, un retablo con las de Cristo en la cruz, la Virgen y san Juan, conservándose otro con la escultura de la Asunción, que tiene destrozados el rostro y las manos, y un tríptico en tabla sobre la pila bautismal. La sillería del coro fue también destruida por el fuego. Se han salvado el órgano, tres buenas pinturas en tabla, que hoy se custodian en el Ayuntamiento, y gran número de cuadros en lienzo pendientes de los muros de la iglesia y de la sacristía. Esta quedó totalmente arruinada, y los libros y documentos de su Archivo fueron asimismo pasto de las llamas”.
    También ardió el colegio del Espíritu Santo, quedando sólo las paredes de su iglesia, un templo que se creó sobre el año 1670, con abundantes yesos barrocos. Además, desaparecieron 4 altares barrocos y algunas esculturas de fines del siglo XVII.

El periodismo baenense en la Segunda República
Hasta siete periódicos se publicarán entre 1930 y 1936, llegando a coincidir tres (La Defensa, Todos y Hoy) en 1931. Se puede hablar de que el periodo republicano es la edad de oro de la prensa en Baena, aunque estuviera sometida durante la Segunda República al control de la censura y esto provocara retrasos en la salida de los ejemplares en algunas ocasiones. Junto al número de ejemplares hay que unir también la importancia que adquirieron algunos periodistas baenenses no solo en la prensa local, sino también en la provincial y nacional. Mientras que Antonio de los Ríos, director La Defensa, llegó a ser alcalde de la localidad y corresponsal de varios periódicos provinciales, Daniel Aguilera Camacho fue el director y propietario de El Defensor de Córdoba. A estos hay que unir también Manuel Piedrahita Ruiz, director en varios medios provinciales y del local Nuevas. Sin duda, los dos profesionales más destacados del periodo y de la historia del periodismo local (al que hay que unir ahora Manuel Piedrahita Toro) son Fernando Vázquez Ocaña y Antonio Bermúdez Cañete.