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viernes, 4 de noviembre de 2011


La crisis del cooperativismo textil

El cierre de Scafa, que declaró su insolvencia en
el mes de septiembre, ha supuesto el final de la
primera gran cooperativa textil de Baena. En
sus años de mayor actividad llegaron a trabajar
más de cuatrocientas personas.

FRANCISCO EXPÓSITO. NOVIEMBRE 2011
Hace 45 años surgía la Sociedad Cooperativa Artesana de Familias Agrícolas (Scafa). Eran momentos en los que Baena continuaba su despoblamiento por la escasa actividad económica y la excesiva dependencia de la agricultura. Un cura nacido en Hinojosa del Duque se convirtió en el artífice del desarrollo industrial de la localidad. Este sorprendente emprendedor era Salvador Muñoz, entonces párroco de Nuestra Señora de Guadalupe y después de San Bartolomé, que se rebeló contra la incapacidad de las autoridades locales y de los dirigentes sociales de la época para responder a las necesidades de la población más humilde y crear la primera cooperativa textil de Baena. El artículo 2 de los estatutos fundacionales, redactados en 1966, era una auténtica declaración de intenciones, ya que la cooperativa buscaba “la elevación del nivel de vida de las familias de obreros agrícolas, fomentando ordenadamente el trabajo en la agricultura y contrarrestando la excesiva emigración de los medios rurales y, en definitiva, aumentar sus ingresos mediante la promoción artesana”. El éxito de la iniciativa le llevó en junio de 1976 a impulsar una segunda cooperativa, llamada Scoinc. La demanda de trabajo no se reducía en la localidad. El éxito del proyecto encontró pronto un mercado creciente para abastecer en la producción a otras empresas de Córdoba y de otras provincias. Así nació el cooperativismo textil en la localidad, con las dos empresas sociales más importantes del municipio, y que llegaron a emplear a más de 400 trabajadores cada una.
Décadas después, a finales de los años ochenta y principios de los noventa, surgieron otras iniciativas textiles que se concentraron en la elaboración de camisas o pantalones a bajo precio, sustentadas en la mayoría de los casos en una economía sumergida al basarse en pequeños talleres o trabajo doméstico de muchas mujeres que no tenían vinculación laboral con la empresa que les suministraba el tejido o el producto sin terminar. Bastaba una simple cochera de una vivienda para que se implantara un taller. Así fue como camisas y pantalones elaborados en Baena se vendieron en numerosas provincias españolas y en la mayoría de los municipios de Córdoba. Aparecieron empresarios como Antonio Jurado y otros emprendedores que consiguieron incrementar rápidamente sus ingresos. Hoy, dos décadas después, los pequeños talleres de camisas y pantalones han desaparecido. Los bajos sueldos que se abonaban a las trabajadoras, porque la mayoría eran mujeres, permitieron competir durante un tiempo hasta que se liberalizaron los mercados y eliminaron aranceles. El propio Jurado se dio cuenta de que era más económico importar de Asia la mercancía que hacerla en Baena. Miles de camisas llegaban todas las semanas a Baena, que luego se ponían en el mercado en tiendas y en los mercadillos de muchos municipios. Ese fue el principio de la crisis del textil en Baena. Lejos de impulsar marcas propias y potenciar la comercialización, el sector comenzó a asumir que era más rentable importar el producto fabricado que elaborarlo.
En una entrevista publicada por el diario Córdoba en febrero de 2004, Antonio Jurado hablaba de los cambios que se habían producido en el textil baenense: “Aquel negocio (la confección de camisas en la localidad) funcionaba bien cuando se fabricaba aquí en España. Nosotros siempre hemos trabajado una camisa más bien económica, asequible para todo el público. Pero cuando llegaron las importaciones cayó la actividad y tuvimos que buscar otra estrategia de venta y empezamos con las tiendas de venta al público, donde ya se venden todo tipo de prendas”. Era el comienzo de la franquicia Hipertextil al Costo, que creó en julio de 1994.
Pero, ¿qué ocurrió con las cooperativas? El factor del bajo coste laboral, ya que los sueldos eran reducidos al integrarse los trabajadores como socios de las cooperativas, permitió subsistir durante varias décadas a las dos empresas, aunque fueron numerosas las cooperativistas que abandonaron las entidades. Incluso, a mediados de la pasada década, asfixiadas por las deudas, consiguieron reducirlas, temporalmente, con operaciones urbanísticas que les permitieron vender los céntricos terrenos en los que se encontraban y trasladarse a uno de los polígonos industriales de la localidad. Ese respiro económico fue temporal y los problemas volvieron pronto.
El tejido industrial del textil pasa complicados momentos en la actualidad. Atrás quedó el proyecto frustrado de impulsar el centro tecnológico del textil, que finalmente se ubicó con una única sede en Priego, planes de viabilidad que no dieron los resultados esperados, apareció alguna empresa fantasma que, subvencionada por fondos europeos, desapareció pronto, hubo regulaciones de empleo y, en este año 2011, se declaraba la insolvencia de Scafa, mientras Scoinc trata de reestructurar su situación ante las dificultades del mercado.

El primer textil del siglo XX
La historia empresarial del textil baenense se remonta a los últimos cincuenta años, aunque hay un antecedente importante en el primer tercio de la centuria. Antes es imposible rastrear cualquier iniciativa que se pueda considerar empresarial en la localidad. La Guía General de Córdoba y su Provincia de 1906 no habla de esta industria en Baena cuando se refiere a su riqueza económica: “Los negocios más importantes son el cultivo del olivo y los cereales, que se exportan a la provincia”. Solo se recogen algunos establecimientos que se dedican al comercio de tejidos como los de los Hermanos Casado (calle Moral), González Calero Onieva (Llana), José de las Heras (Alfonso XII), Iriondo y Moreno (Llana), Ángel López (Llana), Hermanos Pérez (Calzada) y Federico Tutau Cubero (Galana). No hay más. Unas décadas después, en el libro de matrícula industrial de 1931, aparecía entre las empresas de la localidad la industria de géneros de punto de José Casado Martínez, que vendía sus prendas a ciudades como Madrid y Barcelona y era de las empresas que generaba más empleo en la época. Su fama, como se recogía en alguna publicación local, llegaba lejos de Baena. La revista Baena y sus fiestas, con motivo de la feria de 1931, hacía una pequeña descripción de la misma y de su importancia: “Nuestro buen amigo Pepe Casado cambió la poesía de la juventud por la prosa de la vida. ¡Ya no hace versos! En vez de encargarle unas coplillas, pasarle mejor una nota de chalecos de fantasía, de jerseys coquetones o aunque sea de vulgares camisetas. Él ha montado una fábrica de punto, donde da colocación a muchas nenas. Tiene unas magníficas galerías de telares donde laboran las huríes del señor Mahoma. Aquello es un paraíso, pero un paraíso que mete mucho ruido. Por el ruido más bien parece un infierno. Es una industria montada a la última. Revela su genio organizador y dice bien de nuestra ciudad tan reacia a estas innovaciones industriales. Pero nuestro buen amigo don José Casado Martínez, dueño de esta importantísima manufactura, tiene un defectillo. ¡Quién no los tiene! Y es que se da mucha importancia... como fabricante se entiende. Es natural. El hombre tiene vendida la producción toda y si queréis comprarle algo hay que guardar cola. Es lo que él se dirá. ¡Suerte que tie uno!”.
En ese año existían ocho tiendas de comercio de tejidos y venta de camas metálicas. La fábrica de José Casado Martínez es el principal antecedente del textil baenense que impulsó Salvador Muñoz en los años sesenta con la creación de la Scafa. El proyecto empresarial de José Casado Martínez no sobrevivió. Habría que esperar tres décadas para que resurgiera el textil en Baena. Entonces se creó la cooperativa Scafa, que surgió el 22 de septiembre de 1966 en unos años en los que emigraban decenas de personas cada año. Era la primera gran empresa social que surgía en Baena. Veinte cooperativistas, entre los que había solo tres hombres, emprendían una desconocida esperiencia laboral. Su trabajo constante, la calidad de los productos elaborados y la competitividad consolidaron pronto a Scafa, lo que llevó a Salvador Muñoz a impulsar Scoinc en 1976 o, incluso, a tratar de crear otra cooperativa para el paro masculino en Baena que, finalmente, no cuajó.

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